Escribir un guion, ya sea de cine o televisión, no resulta una tarea fácil.Es un proceso complejo, arduo y metódico que requiere de una gran concentración por parte del autor.
Cuando se empiezan a esbozar las primeras ideas, imágenes o personajes comienzan a aparecer también los primeros problemas, los cuales hay que resolver de inmediato.
El primer escollo con el que se enfrenta un guionista es determinar qué es lo que realmente quiere contar y hacia dónde quiere que ir con su historia. La mayoría de las veces, se comienza con fragmentos, frases sueltas, datos inconexos, personajes apenas delineados y todavía no se tiene una idea clara de la historia. Es la típica frase «tengo todo en mi cabeza» El problema es que cuando vamos a la página en blanco del procesador de textos, eso que creíamos que teníamos perfectamente ordenado en la cabeza se vuelve enmarañado y confuso. Nada de lo que pensamos aparece como posible, nada de lo que imaginamos encaja. ¿Qué hacer ahora? Lo mejor es rebobinar. Barajar y dar de nuevo. Volver a foja cero.Esto que parece un inaceptable retroceso, es lo mejor que un guionista puede hacer para que su trabajo resulte exitoso.
¿Qué implica este empezar de nuevo? Varias cuestiones. En primer lugar darle un respiro a nuestro cerebro para que trabaje más eficazmente cuando lo volvamos a exigir. En este momento la más poderosa computadora jamas creada esta colapsada de información y no responde a ningún tipo de orden, necesita ponerse en «stand by» para reformular los datos almacenados, establecer nuevas conexiones y flexibilizar así el proceso creativo.
En segundo lugar, y una vez que ya ha descansado nuestro cerebro, hay que empezar a reordenar el caos. ¿Cómo? Intentando armar la historia, y cuando digo armar me estoy refiriendo a plasmar en el papel o pantalla de la compu, de qué va nuestro guión y futura película o serie de TV. Es decir, narrar.
Cuando se está frente esta encrucijada inicial, es donde más libres nos debemos sentir, donde menos encorsetados por los prejuicios tenemos que estar. Es importante entender que es aquí, en esta primera etapa de la redacción, donde se va a plasmar nuestra idea, donde se le va a dar vida a nuestra historia, por lo tanto es el tiempo donde menos presionados debemos estar y más abiertos y receptivos a cualquier estímulo externo que pueda contribuir con nuestro proceso creativo.
Lo que sugiero para esta parte del proceso es escribir lo que nos surja, pero no cualquier cosa, no datos inconexos, esos ya los teníamos, lo que necesitamos ahora es rellenar los huecos, «atar los cabos sueltos», como se dice vulgarmente, por eso es bueno empezar a escribir lo que nos venga a la cabeza pero teniendo un rumbo y un objetivo final bien delineados. Recuerden esto: «Sin rumbo claro y sin objetivo, lo mas probable es que nos terminemos perdiendo en la nebulosa de la trama»
Seguramente, este proceso nos llevará algunas horas, incluso días, dependiendo de nuestro estado mental.
Imaginemos que ya está terminada nuestra historia ¿qué sigue?. Lo que hay que hacer ahora es la lectura del material, leerlo, re leerlo varias veces, pero no con ojos de autor o de realizador, sino con los ojos del espectador. Aquí hay que intentar ponerse del otro lado y pensar que lo que escribimos es lo que estamos viendo en un cine o en la TV. Y entonces surgen una serie de preguntas inevitables. ¿Iría al cine a ver este filme? ¿Podría seguir la historia de esta novela a lo largo de varios capítulos? ¿Los personajes son creíbles? ¿Me atrapó de entrada? ¿Me aburrió? ¿El final es realmente interesante? Las preguntas pueden ser más, lo que importa es que empiecen a responder a las mínimas necesidades de los espectadores, quienes en definitiva van a ser quienes van a elegir nuestro producto.
Respondidas esas preguntas, vendrá la etapa de corrección y ajustes, de cambios y reformas, todo muy engorroso pero sumamente necesario. En la próxima entrega más sobre el proceso creativo.