El gusto por los personajes malvados
La novela turca “El Sultán”, basada en la vida del máximo emperador del Imperio Otomano Suleiman el magnífico que gobernara durante el período 1520 -1566 y que se emite por TELEFE, es un éxito indiscutible. Noche a noche cientos de fans siguen las distintas situaciones de una trama que entremezcla hechos históricos con el melodrama de la ficción.
La historia hace eje en la relación de amor que el Sultán Suleiman tuvo con su única esposa Roxelana, a quien luego llamó Hurren, que en turco significa “la risueña” y las distintas internas palaciegas, intercalando con las distintas campañas bélicas destinadas a conquistar nuevos territorios para expandir el Imperio. Desde el punto de vista histórico la novela es bastante fiel a los hechos reales, manteniendo nombres y situaciones dentro de un contexto novelado. Pero hay un detalle que personalmente me llama la atención y me hace reflexionar sobre ciertos gustos que tiene la audiencia a la hora de elegir una determinada ficción televisiva. Pero para llegar a ese punto es necesario que primero haga una breve síntesis sobre cómo se da la identificación de los personajes de ficción con el espectador.
Según la mayoría de los manuales destinados a la escritura audiovisual el espectador puede empatizar con un personaje de ficción a través de tres sentimientos básicos que cualquier persona posee. Estos son:
Empatía
Simpatía
Antipatía
Cuando sentimos empatía por algún personaje de ficción, es porque en mayor o menor medida, sus acciones y dramatizaciones hacen que nos pongamos en su lugar, para desde allí sentirnos a gusto cuando las cosas le van bien y sufrir cuando las cosas le van mal. Este es uno de los principales aspectos por los cuales nos identificamos con un personaje.
La simpatía, es una derivación de la empatía, pero no siempre implica ponernos en su lugar, ya que se puede sentir simpatía por un personaje de ficción, sin empatizar completamente. Esta mirada más bien externa puede hacer que la simpatía desaparezca según las circunstancias. A diferencia de la empatía, aquí el espectador goza de la libertad que le da no verse atrapado por el punto de vista intrínseco.
Por último tenemos la antipatía. El odio o el rechazo hacia un personaje de ficción es también una manera relacionarse. Sentir antipatía por un personaje hace que nuestros sentimientos más oscuros como el odio, la bronca, el deseo de muerte, afloren y se canalicen a través de lo que este personaje hace. Es muy común que un personaje malvado nos guste aunque le deseemos lo peor.
En una historia es habitual encontrase con una mixtura de personajes que ofrezcan esta diversas formas de identificación. Pero se estarán preguntando ¿qué tiene que ver toda ésta perorata de profe de guion con “El Sultán”?. Y el punto es el siguiente. Si uno analiza la novela y sus personajes se va a encontrar que casi ninguno de los personajes principales son buenos, en su mayoría son todos malos, despiadados, ambiciosos, rencorosos, manipuladores, asesinos, traidores y demás atributos que los ponen en la vereda de los antipáticos. ¿Entonces por qué la novela tiene éxito si no hay personajes buenos que ejerzan el contrapeso necesario para contraponerse a los malos? Y la respuesta que encuentro a este interrogante es que existe cierta preferencia por los personajes malos por la simple razón de que nos muestran aquello que jamás haríamos, esa parte oscura que nuestro cerebro racional controla de manera eficaz.
Los guionistas de “El Sultán” han logrado hacer de una época cruel, salvaje, violenta de la historia mundial, un grato entretenimiento sin traicionar la verdadera esencia de aquellos seres reales que hicieron de la maldad una forma de supervivencia.