ALISE GUY BLACHE, la primera cineasta de la historia

¿Te suena el nombre de Alice Guy Blaché? Probablemente no la conozcas, pero fue una de las directoras más revolucionarias y pionera en la industria cinematográfica. Aporto novedades a sus películas y llegó a producir más de mil cintas. Hoy, en Welab, queremos hacer un recorrido por la vida de Alice Guy Blaché, dando protagonismo a una de las cineastas más importantes e invisibilizadas de nuestra historia. 

El 1 de julio de 1873 nació Alice, en una pequeña población llamada Saint-Mandé, cerca de París. Los primeros años de vida no fueron fáciles para ella, variando continuamente de ciudad: Suiza, Francia y Chile.

El episodio más traumático de su adolescencia fue la muerte de su padre, dueño de una librería en Chile, que falleció cuando la joven cumplía su mayoría de edad. Fue entonces cuando su madre, al cargo de otros cuatro hijos más, se vio en la obligación de buscar trabajo. Pronto encontraría un puesto en la aseguradora Mutualista Maternelle, pero al poco tiempo lo acabaría perdiendo. 

Alice se embarcó en lo que sería su primera aventura: la carrera de mecanografía y taquigrafía, grado común entre las mujeres de aquella época. Gracias a esta oportunidad, se abrieron ante ella las puertas de la empresa Comptoir General de la Photographia, lugar en el que desempeñaría la función de secretaria. A decir verdad, serían sus primeros pasos dentro de la industria fotográfica, que más tarde, le facilitó encaminarse hacia la cinematografía.

Alice, envuelta en un ambiente colmado de cámaras y herramientas fotográficas, se dio cuenta de que dentro de ella brotaban grandes aspiraciones. Un nuevo capítulo de su vida empezaría en 1885, etapa en la que empezó a trabajar en la empresa de León Gaumont, un inventor e industrial francés y pionero de la cinematografía.

En este mismo año, a Alice se le brindó la oportunidad de acudir a un evento protagonizado por los hermanos Lumière, acompañada de su jefe. La imaginación y creatividad de la joven se disparó por un momento sin saber todo lo que estaba por llegar. El destino del séptimo arte la conduciría más tarde a elegir la dirección exacta.

Gaumont, jefe de Alice Guy Blaché, seguía apostando por la venta de máquinas de fotografiar en su empresa y la joven protagonista prefería dar inicio a la producción cinematográfica en la empresa. Probablemente sus discrepancias afectasen a la decisión final ya que se creó un espacio dedicado a la producción cinematográfica. Alice podía colaborar, con una única condición: no dejar su puesto de secretaria. Gracias a esto pudo realizar su primera película que tituló “La Fee aux Choux” (1896), unas semanas antes de que el conocido cineasta Georges Méliès empezara su trayectoria en la industria cinematográfica.

 El simple hecho de ser mujer perjudicó de lleno su trayectoria, ya que incluso su propio jefe, Gaumont, apenas contó con ella en sus memorias, publicadas en 1930. Aun así, no estaba dispuesta a renunciar sus sueños. Entre 1902 y 1907, su creatividad se derramaba en más de un centenar de fonoesferas y en la invención de un artefacto que entrelazaba los susurros visuales con las voces del tiempo. 

En 1905, Alice Guy Blaché visitó nuestro país y con la propia destreza de un artista obsesionado, dio vida a “Voyage en Espagne” (1906) o “La malagueña y el torero” (1905). Esta última joya restaurada, se encuentra hoy en una pequeña sala de la Filmoteca Nacional de Madrid, dando vida a generaciones pasadas.

La joven no conocía límites, y años después emergió con “La pasión o la vida de Cristo (1906), con una duración de 30 minutos está considerada como la primera superproducción de la historia.

En los años 90, Alice conoció al que sería su futuro marido Herbert Blaché. Ambos se mudaron a Estados Unidos, un nuevo capítulo de sus vidas estaba por venir. Alice, de naturaleza inquieta con una pasión por la cinematografía desde que tenía uso de razón, se vio obligada en esta etapa a dedicarse a los cuidados del hogar y atender a su pequeña hija Simone. 

Pronto, aburrida de su tediosa vida, convencería a Herbert para crear su propia productora: la Solax Company, en la que hicieron realidad miles de producciones desde comedia a ciencia ficción.

Pero, pronto todo cambió. Herbert inició una relación extramatrimonial con otra mujer y Alice, por ende, tuvo que regresar a Francia; un país en el que ella misma declarada que el trato hacia las mujeres emprendedoras era despreciable. 

Veríamos a una Alice Guy Blaché alejada de las cámaras, de la cinematografía y de su creciente fama que hasta el momento, parecía imparable. Una de las aportaciones más importantes a la industria que dejó la protagonista de nuestra historia fue la incorporación de los efectos especiales, pintando ilusiones con máscaras de doble exposición, secuencias invertidas y negativos superpuestos.

No podíamos dejar pasar la película que realizó “En el año 2000”, una visión audaz de lo que significaría un mundo en el que las mujeres reinasen la cúspide del poder, rodada entre los años 1906 y 1912.

A pesar de conseguir la Legión de Honor (mayor distinción que otorga el gobierno francés) y recibir un homenaje en 1957 por la Cinemateca francesa por ser la primera directora de cine de la historia, Alice fracasó en el intento de recuperar su filmografía en su vuelta a Estados Unidos en 1964.

 Nos dejó sin duda joyas cinematográficas, pero lo triste es que finalmente murió en una residencia de ancianos a los 95 años, en el más profundo anonimato. El paso de los años habría arrebatado muchas de sus obras, desvaneciéndolas en el olvido. 

Ni siquiera la prensa le dedicó un pequeño espacio el día de su muerte. En el panorama mediático, nadie valoró la aportación de Alice a la industria. La realizadora pertenece hoy a la larga lista de mujeres invisibilizadas y condenadas por la sociedad a mantenerse en un segundo plano aun habiendo conseguido logros irrepetibles. Y todo, por el sexismo de aquellos años.

En Welab, recordamos su legado como una chispa de admiración en los corazones que leen su historia. Su espíritu vive iluminando el camino por el que futuras generaciones de cineastas caminarán a lo largo del tiempo.