Publicado por Comunicación – Abril del 2021
Por Milton R Barrera y Kenia Carreón
Fotografías blanco y negro 120mm por Iván Hernández AMC
Luz que deja huella
“No hay nada más perdurable que la sensación provocada por una imagen”. Con esta frase, el director de fotografía Mario Luna AMC, comienza a narrarnos con evidente emoción por su carrera, su viaje a través de la cinefotografía y la importante tarea de compartir y enseñar, la pasión por la luz y el conocimiento de la misma.
Desde 1977, Luna ha sido profesor de cinefotografía y por sus manos han pasado generación tras generación de cineastas. Debido a ello, gran parte de la industria conoce su nombre. El también realizador y documentalista nos lleva en este viaje a través de los años para conocerlo más a fondo. Nos comparte también su punto de vista de este periodo de confinamiento, para hablar sobre la importancia de la reflexión en la vida de un artista.
La mirada de un filósofo
Con la llegada de la cuarentena, la gran mayoría de la industria audiovisual en México, incluyendo las escuelas de cine, tuvieron que cesar producciones y entrar en una etapa de latencia. Para Mario, el tiempo que ha permanecido resguardado en su hogar le ha servido para hacer introspección en aquellos detalles que enriquecen a la vida. “Hay que aprender a conocer nuestros espacios y la luz en ellos”.
La charla comienza con el documental titulado ”Yo Soy” (2010) de Tom Shadyac, el cual nos lleva por un viaje de autodescubrimiento, mientras su director conversa con filósofos y líderes espirituales alrededor del mundo sobre los males que acechan a la humanidad actualmente. En términos generales, siendo un director exitoso y conocido en Estados Unidos, Tom Shadyac se dio cuenta de que algo no estaba “bien” en su vida; algo faltaba. Decidido a cambiar, pasó de vivir en Los Ángeles como un millonario, a vender la mayoría de sus pertenencias y así encontrarse consigo mismo. Lo importante de todo esto es que al final se da cuenta que lo que realmente importa es el sentido comunitario y el compartir; así como la importancia de la comunicación con los demás y con uno mismo. “Creo que este documental es un ejemplo de lo que nos deja este momento tan “extraño” a todos nosotros. Estar encerrados nos permite vernos a nosotros mismos y preguntarnos qué estamos haciendo para mejorar”.
Justamente, el sentido comunitario y compartir, son acciones importantes para Mario Luna, pues en él encontramos un alma fascinada por enseñar, compartir y transmitir la experiencia que ha conseguido a lo largo de los años que lleva activo como cinefotógrafo. “Puedo decir que ser mentor es algo que realmente disfruto. Me gusta transmitir lo que sé, pero a la vez se vuelve un proceso recíproco con mis alumnos. Aprendo mucho de ellos también: desde los distintos modos de ver, pasando por experiencias, etc. También hay que mantenerse a la vanguardia y para esto hay que estudiar. Ser cinefotógrafo significa nunca dejar de aprender, nunca dejar de observar”. “En el confinamiento el tiempo se puede aprovechar para que haya un despertar creativo y de conciencia”.
“Recientemente, asigné a mis alumnos del CCC la tarea de observar la incidencia de luz en sus hogares. Me sorprendí, y fue muy grato, al recibir una serie de fotografías sobre atardeceres, sin estar planeada la temática. Esto me lleva a pensar en cómo Storaro y Rembrandt veían los atardeceres. Para el primero, la vida era como un día: nacemos al amanecer y morimos en el ocaso: “Nacemos y morimos en rojos”. Como los colores que usaba Rembrandt en sus obras. Desde un punto de vista optimista, estos momentos del día son como un despertar de conciencia. Es en este tipo de eventos en los que te preguntas a dónde vas o de dónde vienes y creo que inconscientemente todos estábamos atravesando un despertar y lo expresaron en sus trabajos. Se apropiaron de ese momento del día en el cual la calidez de la luz, los reconfortaba a pesar de todo lo adverso”.
“Previo al confinamiento, no teníamos tiempo de conectarnos con lo que nos rodea y darnos cuenta de lo que tenemos a la mano. En este momento de encierro debemos encontrar la luz en nuestro propio espacio, redescubrirnos, regresar y retomar las cosas que hemos abandonado. Justamente, en estos días estuve consultando la obra de Man Ray, y dentro de su fotografía hay material de “cacharros” y cosas por el estilo, que a simple vista parecieran no importar, sin embargo, es este despertar de conciencia; de entender el mundo y capturar la textura del tiempo e historia de las cosas, lo que nos permite crear algo más allá que una simple imagen”.
La luz es para el fotógrafo como el aire para respirar
Para Luna es necesario ampliar nuestra visión como artistas y entender que la fotografía no es solamente descriptiva, y que la cámara es una herramienta por la cual el artista desemboca toda su imaginación. Así como el pincel es para el pintor; la cámara y la luz son los elementos que escogemos para expresarnos. “De las cosas bonitas que ha dejado la pandemia es que hemos vuelto a usar lo mínimo, así como estos artistas que solamente tenían lo más básico y aun así abrieron las puertas de la percepción. Creo que en este tiempo, muchos de nosotros nos hemos dado cuenta que no se necesita más que eso para empezar a crear”.
Es interesante pensar que, como fotógrafos, logramos perpetuar un instante en un medio y que al mismo tiempo transformamos los objetos dentro del plano a través de una mirada personal y les otorgamos un significado diferente. “La finalidad de una obra artística es llevar al espectador a ver más allá de lo que está frente a él. Otra cosa impresionante de todo esto, es la manera en la que podemos manipular el tiempo con la fotografía, tal como lo menciona Tarkovsky en “Esculpir el tiempo”. Puedes tener una exposición de 20 a 30 segundos y tendrás ese mismo tiempo comprimido en un cuadro; o por el lado contrario puedes tomar 100 fotografías en un segundo y así lograr distender el tiempo en 100 cuadros”. “Yo me siento bien en estos momentos, he encontrado el tiempo de recuperar muchas cosas que en una situación normal, con tantos distractores, hubiera dejado pasar”.
Sobre la democratización de la fotografía
«Sé atrevido, sé diferente, sé poco práctico, sé cualquier cosa que asegure tu objetivo y tu visión imaginativa frente a los jugadores seguros, las criaturas comunes, los esclavos de lo ordinario.» –Peter Lindbergh
Con el avance de la tecnología, todos tenemos al alcance de la mano una cámara fotográfica que nos permite ser creadores de contenido en cualquier momento. Si nos concentramos en Instagram, una de las redes más populares y con mayor número de usuarios en el mundo, notamos que cada día se publican cerca de 95 millones de fotos al día. Una cantidad inimaginable de material visual que parece ratificar la famosa frase de la fotógrafa estadounidense Susan Sontag: “Hoy todo existe para culminar en una fotografía”. Sin embargo, para Mario Luna esta situación es asombrosa. “Está muy bien que todos tengan la oportunidad de explorar la fotografía, aunque lo más bonito de la fotografía fija, es que al ser para todos, solamente la gente que cobre conciencia de la herramienta que tiene en la mano es la que logrará cosas verdaderamente interesantes. Lo bueno de esto es que no tienes límites para crear, puedes darte el lujo de experimentar”.
Una vida de transiciones
Mario comienza a narrarnos los diferentes eventos que lo acercaron a la fotografía con una analogía cinematográfica. “Curiosamente, yo me he dado cuenta, a lo largo de mi vida, que he pasado por diferentes etapas de una manera muy cinematográfica: de disolvencia. Todo ha estado lleno de transiciones, nunca fue abrupto. Desde chico siempre tuve un interés particular por la imagen, aunque todo comenzó con el dibujo”.
“Ya dibujaba mucho antes de entrar a la escuela. Me interesaba la figura humana. En ese tiempo, recuerdo que recurrí mucho a las revistas, por los modelos que aparecían ahí. Las recortaba y las acomodaba como yo quería para después dibujarlas. Me apropié del cuarto de mi abuela e hice mi propio restirador. La puse en un conflicto porque me decía que ya no tenía donde persignarse en un cuarto lleno de modelos.” – Comenta entre risas- “Pero así comenzó el aprendizaje”.
“Cuando entré a la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos, encontré el movimiento y la luz en la pose”. Mi maestro de dibujo nos daba la tarea de trazar un busto de yeso iluminado con 2 o 3 lámparas; en clase de anatomía, el maestro hacía que la modelo caminara y cambiara de posiciones. Nosotros debíamos captar el movimiento y la luz en un momento determinado”.
“Antes de salir de la escuela, pasé a formar parte de una agencia de publicidad en donde comencé haciendo displays para ferias; todo a mano. Con este trabajo y con lo que aprendí en la escuela, practiqué y entendí el uso de perspectivas, la composición, el equilibrio y armonía entre los elemento”. “Durante este tiempo nunca dejé de dibujar. Poco después tuve la oportunidad de trabajar en una fábrica de muñecas (Lili Ledy), en el diseño de empaques. No me gustaba mucho, pero pagaban bien. Terminé por salir de ahí y me fui a Estados Unidos por un tiempo. Al regresar, el director de arte de la agencia en donde había trabajado me jaló a otra empresa, en la que comencé como director del departamento de arte. Mi trabajo consistió inicialmente en supervisar el trabajo de armado de anuncios y seleccionar las fotografías que los integraban. Más tarde mi habilidad en el dibujo y los conocimientos adquiridos en la escuela de cine me llevaron a desarrollar la especialidad en Storyboard dentro de la misma agencia de publicidad. Anteriormente, un amigo mío me vendió una Pentax, con la que comencé a hacer mis primeros ejercicios. También me integré al Club Fotográfico de México y ahí encontré a otros fotógrafos, aprendí sobre los diferentes tipos de películas; sobre el revelado, etc“.
Maestros y mentores
“Si tuviera que mencionar a las personas que considero que me han influido y marcado, destacaría a Alejandro Parodi, Alfredo Joszcovick y a mi colega y amigo Jorge Ayala Blanco”. “En el club, conocí a un maestro que transformó por completo mi visión y mi vida. Alejandro Parodi (El imperio de la fortuna), fue un muy buen actor. Recuerdo que cuando lo visité en los últimos años de su vida, se paró frente al pizarrón y me dijo: “Nunca te olvides de la sensitometría”. Dibujó una curva y señalando un punto en ella mencionó: “Este es el punto rico. La sensitometría viene de la astronomía; de la parte más ínfima de la luz. Esto es con lo que estás trabajando”.
“Nos enseñó que un fotograma tiene más de 4 esquinas. Es como un diamante. Él entendía la fotografía como una herramienta de múltiples usos. Si querías hacer documental, publicidad, cine, fotografía astronómica, microscópica, científica, etc. Todo eso son diferentes facetas de una misma forma de arte. Él lo explicaba de una manera en la que entendieras todas las posibilidades. Nos recalcó la importancia de entender al mundo y de entendernos como personas, como parte de un todo. No hay nada que esté en discontinuidad”.
Mario Luna con el Maestro Alejandro Parodi
“En el Club, se creó un grupo muy bonito de fotógrafos, no sólo para hablar de cuestiones técnicas, sino porque hablábamos de cómo todo está ligado. Comenzamos por entender a los fotógrafos de foto fija, después ya se armaban discusiones más elaboradas. Ahí en el club, conocí también a unas jóvenes que escribían un libro autobiográfico de Alex Phillips, (Elsa Escamilla y Elena Celaya) ellas aplicaron al CUEC y fueron quienes me animaron para que intentara entrar a la escuela de cine. Alejandro me recomendó que sí me inscribiera, tenía miedo de que no sabía nada de cine, y él me dijo: “Para eso es la escuela para que aprendas”.
“Después de estar en el club, a veces, nos íbamos a una cantina, un cabaret o a cualquier sitio, ahí continuábamos con las discusiones. Teníamos que aprender a observar y entender cómo se podía intervenir lumínicamente el espacio. Hay que vivir de todo, y vivir la imagen en todas sus formas”.
“No fui admitido al CUEC, me rechazaron. Ellos no conocían mi parte fotográfica, pero el proceso de admisión te pide mucha teoría. Hay que ir y meter el pie en la puerta para que no te la cierren me aconsejó el maestro Parodi y así lo hice: me metía a las clases y me sentaba hasta atrás. Hasta que me descubrieron, se dieron cuenta de que no estaba en la lista, pero mis compañeros de clase propusieron mi regularización. La escuela estaba gobernada por una asamblea integrada por trabajadores, alumnos y profesores y en ella se decidió regularizarme como alumno activo. Y así comenzó mi viaje por el CUEC”. “Durante tres años tuve que trabajar en la agencia de publicidad y asistir a la escuela. Era pesado por los trayectos largos que tenía que hacer. Llegaba a las 10 a casa y todavía tenía que hacer lecturas escolares. En los traslados igual leía”.
“Fue muy emocionante cuando comenzaron los primeros ejercicios del CUEC. Filmamos en Super 8, una manera fabulosa de aprender a fotografiar cine, ya que no te perdona: sale o no sale. El manejo de la exposición era fundamental. Había una obligación disciplinaria de que tiene que salir bien, tanto por la naturaleza del material sensible, pasando por la satisfacción propia, y por el respeto hacia el equipo del trabajo. Iluminábamos con foquitos, pero al final la luz es luz en cualquiera de sus manifestaciones. “Cuando pasamos al 16 mm sucedió lo mismo, pues nos daban película reversible. Había que compensar las tendencias de color de la película con otra luz. Después pasamos al negativo B/N y Color. Era un constante descubrimiento sobre la marcha. Del error aprendes, el error te enseña. La película necesita de determinada cantidad de luz para responder correctamente, esto es la sensitometría, es algo científico. Si hay una exposición correcta, puede pasar el tiempo, pero el material permanece con toda su riqueza tonal. Me sorprendió que después de 40 años de haberse filmado la Cineteca rescató y proyectó en digital un largometraje filmado en B/N 16 mms, el cual que hice por aquellas épocas con la dirección de Rafael Montero, y sólo hubo que hacerle ajustes de tonalidad. “La virtud de la película”.
Maestro Alfredo Joszcowics y Mario Luna AMC
“De Parodi y del maestro Joskowicz aprendí la bondad de la enseñanza. Cómo transmitir tu propia información, lo que tenemos que distribuir para que se amplíe el conocimiento y que los demás hagan lo propio. Vas cambiando la mentalidad de la gente poco a poco, se crea un árbol con un tronco muy fuerte. Nunca se guardaron nada, todo dentro de su conocimiento te lo daban, he intentado hacer lo mismo”.
“El tercer pilar en mi vida es el maestro Ayala Blanco, pues yo no sabía nada de cine y él ha sido un mentor tremendo. Ha modificado conciencias con su sapiencia y con su forma crítica y libertad que le transmite al cineasta. De él, sigo aprendiendo cuando nos sentamos a comer juntos como colegas, es increíble escucharlo. Es un almacén impresionante de información, pero este conocimiento, y regreso a la idea que antes mencionaba, sólo se da viviéndolo. Saliendo a la calle y viviendo de todo”.
“Pongo un ejemplo de esto, el conocimiento vivencial, el cual volví a encontrar años más tarde cuando hice un documental con el profesor y cineasta documentalista Juan Francisco Urrusti. Su madre nos contaba los relatos de cuando sucedió todo el exilio español, y las consecuencias de la guerra. Cuando ella iba narrando, te hacía sentir como si hubieras estado ahí, como si lo hubieras vivido en carne propia. La herida fue tan profunda que no se puede olvidar. Trasladado a nuestro campo, es como cuando una imagen te penetra tanto que no la olvidas, te toca sensiblemente. Pero esto sucede porque la imagen se convierte en memoria. “La creamos a partir de nuestras vivencias”.
“Regresando a la etapa del CUEC, les cuento que para el tercer año, yo era estudiante y profesor a la vez. Desde ese momento me di cuenta que las generaciones van viendo contenidos diferentes, y por eso ahora me gusta ver lo que hay en Netflix, ver series y películas, porque eso que se genera ahora, es lo que les interesa a los jóvenes, y a partir de ello es que se interesan en la imagen”. De manera autodidacta Mario Luna aprendió a ser profesor, leyó libros de fotografía y se volvió experto en la luz.
Hay que aspirar a tener en la vida un placer y un gusto; para que así cada cosa que hagamos se disfrute
“Buscando nuevos conocimientos me fui a Europa y cuando regresé me acerqué de nuevo a la compañía donde había trabajado, ahora como freelance. El haber estudiado cine enriqueció mis capacidades y nuevas posibilidades de desarrollo en el dibujo de storyboard y animatics. Mis trabajos fueron bien aceptados en el medio publicitario”. “En Europa me di cuenta que cuando se consume la información, es decir cuando estás expuesto constantemente a un hecho, una realidad, un conocimiento, te determina. En la escuela de Urbino llegaban jóvenes de 16 años que llegaban con una preparación impresionante. Y al reflexionar, allá en cualquier espacio hay escultura, diseño, hay grandes obras de arte”. “Después comencé a hacer documentales para el INI. Yo seguía ligado al CUEC dando clases. También continué realizando animatics, es decir filmaba, enseñaba e ilustraba. Mis tres pasiones en la vida. Fundé una compañía por un tiempo, la cual se vio afectada porque mucha gente comenzó a ofrecer el mismo servicio con lo cual las compañías publicitarias empezaron a presionar a la baja con los presupuestos”.
“Armando Casas, el entonces director del CUEC, preocupado por mi situación de no ser profesor de tiempo completo en la escuela, después de llevar 27 años como mentor, me hizo replantear el camino. Decidí comprometerme por completo con la Universidad. En la escuela nunca me detuvieron, siempre tuve libertad de cátedra, inventaba mis sistemas, mis planes de estudio parecían imposibles, pero llevan años funcionando. Me gusta enseñarle a los alumnos primero a hacer cosas con lo mínimo. Hay que enseñarles también a no tener miedo, pero sí debe de haber mucha precaución. Es por eso que como parte del plan, les doy electricidad y tramoya. Deben aprender cosas como poder cargar debidamente un 5000K. O hacer conexiones eléctricas con seguridad. A finales del primer año les doy un seminario intensivo de iluminación en foro, por tres semanas”.
Invito a los alumnos a nunca dejar de experimentar
Mario Luna no es un profesor casado con una sola universidad, pues él ha dado cursos y talleres en diversos recintos a lo largo de México. Inclusive ha ido al extranjero a dar clase, como una Masterclass que dio en la Universidad Saint Paul de Chicago, Illinois.
Se dio el cambio tecnológico y Mario lo vio como una oportunidad nueva para aprender y actualizarse. “El mundo tecnológico abre otras barreras, lo cierto es que la luz y la imagen son nuestras materias primas. La intención lumínica está ahí y esta propuesta es lo que va a impresionar al espectador, no la perfección milimétrica de una cámara 8k. Regreso a mi idea de acariciar con luz y con las enseñanzas. Me parece fundamental que en ambas escuelas (ENAC y CCC) sigan teniendo su laboratorio de foto fija, y sigan haciendo ejercicios en película, hay que seguir conviviendo entre ambos mundos el tecnológico y el digital. A mover la mano, a sentir la organicidad de la vida. Dedicarle la vida al mensaje de la luz y la sombra distribuidas armónicamente con un significado; este significado se lo da el autor, no los bits no el 8K”.
Mario Luna se acaba de jubilar recientemente del CUEC (aunque continúa con su cátedra en el CCC). A pesar de la jubilación, no se deslinda de la escuela, porque sigue en función de la educación. Es un profesor siempre comprometido con la formación de nuevos talentos. Mario encuentra en la AMC, una muy buena plataforma para seguir compartiendo el conocimiento. “Me gustaría hacer un evento al año en conjunto, un evento donde se reúna lo mejor de la foto en México: que participen los alumnos que van a la especialidad, mientras los grandes cinefotógrafos socios de la AMC comparten su conocimiento”.
Se vale seguir soñando
“Seguir soñando a cualquier edad es lo que te mantiene vivo. Tarkovski lo menciona: habla de la blandura y la permeabilidad de la mente de un infante. Comparada con la mente dura de un adulto, la cual ya no permite el ingreso de las cosas. Una mente estudiosa y activa, no perderá esa maleabilidad y esa capacidad de absorción. Trato de que esto no me suceda, y de seguir abierto, tratando de captar todo. Por eso la enseñanza me gusta tanto, el aprendizaje viene de ida y de vuelta”.
“Al principio del CUEC, las herramientas que teníamos no eran muchas y así aprendí yo. Es por eso que nunca esperé tener tampoco grandes cosas para enseñar, Estoy convencido de que si el principio queda claro, de ahí se desarrolla todo lo demás. La escuela forma: Primero recibe semillas (blandas y permeables), hay que cultivarlas, hay que alimentarlas, todo para que el árbol crezca frondoso. La escuela es un vivero, tratas de darle alimentación, humedad y abono para que salga primero una ramita fortalecida y que esta pueda plantarse en cualquier lugar”. “La escuela tiene la función de formar paridad de alumnos, darles a todos lo que tal vez no tuvieron (hablando por ejemplo de carencias culturales debido a una marginalidad). Es muy importante reforzar el entendimiento con el ser humano, aprender a respetarnos, respetar al prójimo, respetar su trabajo. Si no todos nos formamos con egoísmo. En el cine ya no eres solo tú, eres tú y el otro y los otros. Estamos todos juntos con un propósito. El mar no se forma solo, se forma gota a gota. No puedo saber todo, pero si saber donde buscarlo”.
En su ánimo por continuar aprendiendo, el director de fotografía nos cuenta que se ha comprado recientemente una cámara 360º y que pronto va a adquirir una tarjeta gráfica que permite jugar con diseño computarizado buscando nuevas formas de crear imágenes.
Mario Luna ha desarrollado diversas actividades alrededor de la imagen: dibujo de storyboard y producción de animatics; fotografía y dirección de documentales y de cortometrajes y largometrajes de ficción; así como la enseñanza de cinefotografía. El maestro sigue compartiendo su conocimiento con las nuevas generaciones de cineastas, y a lo largo de estos años podemos ver como la luz que transmite deja una huella profunda en todo aquel que pasa por su aula.
Su filmografía incluye:
Director de Fotografía:
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Largometrajes de ficción: 5
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Cortometrajes de ficción: 10
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Largometrajes documentales: 21
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Participación en series y programas de TV: 4
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Cortometrajes documentales: 11
Realizador:
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Largometrajes documentales: 4
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Cortometrajes de ficción: 3
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Cortometrajes documentales: 3
Galardones:
1977 Ariel a la mejor Dirección y por mejor Corto de Ficción: «Preferencias»
1988 Premio del club de periodistas por el trabajo desarrollado en cine documental
2017 Premio Universidad Nacional Autónoma de México a la Docencia en Artes
Retratos del maestro Mario Luna AMC, hechos por Iván Hernández AMC – (en 120MM):