La ópera prima de María Valverde, rodada entre Caracas y Los Ángeles, ha sido fotografiada por Andrea Mezquida

Las productoras Quinchoncho y Forty Entertainment se complacen en compartir las primeras imágenes del documental ‘El canto de las manos’ (Song of the hands), dirigido por María Valverde.

La película narra la historia detrás de la producción de la ópera Fidelio desde la génesis del proyecto hasta su emocionante estreno en la ciudad de Caracas.

‘El canto de las manos’ recorre la vida de Jennifer, Gabriel y José, tres músicos sordos de Venezuela, que deben superar adversidades para dar vida a Fidelio de Beethoven, en su primera puesta en escena en lengua de signos, bajo la dirección del mundialmente reconocido director de orquesta, Gustavo Dudamel.

‘El canto de las manos’ es un proyecto audiovisual único, en el que intérpretes Sordos se convierten en actores y solistas para representar por primera vez la ópera Fidelio en lengua de signos.

La película propone un viaje que descubre el poder transformador que tiene la música para la comunidad Sorda y cómo la música y el arte pueden cambiar el mundo.

El rodaje ha transcurrido durante un año entre Venezuela y Los Ángeles.
Es una producción de Quinchoncho (fundada por Gustavo Dudamel y María Valverde) junto con la productora española Forty (integrada por Cristina Oliva y Martí Font Isern). El documental cuenta con un equipo técnico de jóvenes profesionales.

Una vez finalizada su postproducción, el documental tendrá un recorrido de festivales y estreno en salas de cine de España.

Sobre las dificultades y retos al rodar este documental, explica Mezquida: «Los sordos se comunican de manera puramente visual. Eso ha sido un reto y un regalo a partes iguales; rodar con ellos es un aprendizaje constante. Hemos conocido a personas con muchísima sensibilidad, detallistas, observadoras y muy expresivas. Necesitan luz para comunicarse: si no ven no pueden comprender, por lo que muchas escenas fueron un desafío lumínico interesante. A los sordos tampoco puedes taparles el ángulo de visión, por lo que rodar en eje de miradas era tremendamente difícil, sobre todo en la cantidad de escenas corales que tenemos».

Al referirse al estilo visual y sonoro de este documental que se encuentra en fase de posproducción, dice la directora de fotografía: “En muchas ocasiones también, teníamos que mantener planos medios cuando el cuerpo nos pedía cerrar más, ya que los sordos utilizan todo el torso y los brazos para expresarse; hay que dejarles ese espacio en el encuadre también. Enlazado con los fueras de campo: nos dimos cuenta de que el contraplano era prácticamente imprescindible ya que el fuera de campo sonoro no existe, y eso nos permitía desafiar la narrativa visual, a la par que nos obligaba a tener siempre planos correlativos aunque buscáramos, en un inicio, un cine más intimista y poético. Rodamos el documental estilo mosca en la pared: cazar instantes de realidad, encontrar un buen tiro de cámara y esperar a que ocurra la magia. Interveníamos lo mínimo, con equipo humano muy pequeño, y pasamos tantos días en la vida de nuestros protagonistas que normalizaron nuestra presencia y nos integraron en sus familias rápidamente”.

El documental se rodó en Venezuela el 90% de la película, donde se expresaba una dicotomía entre el mundo profesional de la música, un lugar casi inaccesible para una persona sorda de Barquisimeto, y el día a día de los personajes. Sobre esta diferencia afirma Mezquida: “Esto es una realidad que narrativamente apoyamos y subrayamos con luz y posteriormente en color, con Ignasi González. El primer mundo es cálido, con tonos de madera y de blancos rotos, e interiores en general más luminosos; el otro mundo que abarca la mayoría de la película, es muy colorida en espacios, pero fría y sobria en luz. En sus casas tienen normalmente una única bombilla fría de bajo consumo, pelada en medio de la sala. Es una luz característica, suave y contrastada que nos acompaña durante toda la peli y contrasta con el escenario de una ópera, por ejemplo. Los techos de la mayoría de hogares donde rodamos no eran del todo opacos, por lo que los interiores día tienen un ambiente general verdoso muy especial”.

Dado que la filosofía de trabajo era intentar que la presencia de la cámara no fuera evidente, Mezquida se limitó a prender o apagar luces y sobre todo encontrar el encuadre y el ‘mejor’ ángulo de luz. Para esto el documental se rodó en Los Angeles con la Canon C300 y zooms Sigma High Speed, dado buscaban situar al espectador en un proceso óptico, “haciendo ese viaje a la intimidad a través de teleobjetivos cuando están en ensayos y en grupo, buscando algo más coral y distanciado; y en su vida personal usar más angulares, pero estar también cercanos a ellos”.

De igual forma en Venezuela rodaron con una Alexa Mini y una Amira y el juego de zooms DZO 20-55mm y 50-125mm, que fue operada por Martín arrea, siempre con la cámara en mano para favorecer la rapidez y los planos largos.