MUHAMMED MUHEISEN: el poder de la imagen

Muhammed Muheisen es un fotógrafo con una misión. “¿Que por qué soy fotógrafo?” pregunta. “No soy fotógrafo por diversión; soy fotógrafo simplemente para contribuir al cambio. Eso es lo que tenía en mente desde el principio. Creo de todo corazón que las imágenes son herramientas poderosas para conseguir el cambio”.

El fotoperiodista y fotógrafo de National Geographic, galardonado dos veces con el Premio Pulitzer y afincado actualmente en Grecia, lleva documentando acontecimientos mundiales desde 2001. Su trabajo le ha llevado al cortejo fúnebre de Nelson Mandela en Sudáfrica, a las zonas de guerra de Siria e Irak, y a los campamentos de refugiados de Europa y Oriente Medio. En los últimos 10 años se ha centrado en los refugiados y civiles afectados por los conflictos, la pobreza y los desastres naturales.

En este artículo, el apasionado fotógrafo y embajador de Canon explica los motivos que le llevaron a crear una fundación benéfica para ayudar a las personas al otro lado de su objetivo, y expresa su firme creencia en el poder de la imagen.

Muhammed llegó al fotoperiodismo más o menos por inercia. De nacionalidad jordana, nació y se crió en Jerusalén en medio del conflicto entre Israel y Palestina. El enfrentamiento constante se convirtió en un tema inevitable cuando empezó a hacer fotografías. «Ese ambiente marcó mi vida», dice. «Comencé a documentar lo que estaba sucediendo a mi alrededor, desde acontecimientos hasta protestas».

Muhammed fue a Irak en 2003 para cubrir las secuelas de la invasión liderada por Estados Unidos. «Naturalmente, yo no tenía experiencia, pero pensé que al haber nacido durante un conflicto ya sabía todo lo necesario», afirma. «Me di cuenta de que no sabía nada y me adentré en un lugar oscuro».

Continuó viajando a zonas de guerra y cubriendo conflictos de forma convencional, hasta que tuvo una revelación. «Mostrar solamente la destrucción y la miseria suponía ignorar el otro lado de la historia: la gente, su vida diaria, su resistencia», cuenta. «Me descubrí buscando belleza en medio del conflicto, una sonrisa entre los escombros».

Muhammed comenzó a centrarse en las historias de los refugiados y a pasar más tiempo sobre el terreno. «Empecé a profundizar más en la vida de las personas», dice. «Cuanto más tiempo pasas en un entorno, menos llamas la atención, y empiezas a ganarte la confianza de la gente. Es entonces cuando consigues abrir una ventana a la vida de las personas; de lo contrario, las fotografías solo muestran el exterior, una historia sin profundidad».

Zahra, una niña refugiada siria, le ha causado una impresión especial a Muhammed. La conoció por primera vez en un campamento de Jordania en 2015, cuando tenía apenas cuatro años. “Fue un par de meses después de que ella y su familia huyeran de la guerra en Siria”, recuerda. “Su rostro reflejaba las experiencias traumáticas vividas. Era muy callada. Me acerqué a su padre y le pedí permiso para retratarla. Ese fue el comienzo de nuestra relación”.

“Es importante que no te límites a pasar, hacer una foto y esperar que marque la diferencia”, afirma Muhammed. “Tienes que demostrar que te importa. Yo pasé cuatro años y medio en Pakistán y no le hice justicia al lugar. Podría haber mostrado más”.Asimismo, Muhammed comenzó a centrarse en fotografiar a los niños, a quienes él describe como las “verdaderas víctimas del conflicto”, tratando de mostrar puntos comunes a través de las fronteras. “Si observas a los niños que juegan en un barrio pobre de Pakistán, en Nueva York y en Londres, descubrirás que tienen cosas en común”, afirma Muhammed. “Desde entonces, mi misión fue retratar a estos niños y compartir sus nombres, historias y esperanzas, para que lectores de otros lugares del mundo pudieran conectar con ellos”.

Los desgarradores retratos que Muhammed le ha hecho a Zahra durante los últimos cinco años, así como los de otros niños, como la joven refugiada afgana Laiba Hazrat de Islamabad (Pakistán), ayudan a entender la devastadora realidad de crecer sin un hogar. “Utilizo un objetivo EF 50mm f/1.2L USM de Canon para los retratos, ya que me permite acercarme lo suficiente como para mostrar las historias de la gente a través de su mirada», afirma. «Los ojos son el espejo del alma; por eso siempre dirijo mi objetivo hacia ellos”.

Para trabajar en campos de refugiados, donde la sensibilidad es tan necesaria, Muhammed prefiere una configuración de cámara discreta. “Me gusta la serie EOS 5D y la EOS 5D Mark IV de Canon”, dice. «No es una cámara intimidante que invade la privacidad de la gente cuando vas con ella. No inquieta a la gente”.

Su equipo también incluye una EOS R de Canon y una gama de objetivos EF de focal fija de la serie L, incluyendo un EF 24mm f/1.4L II USM, un EF 35mm f/1.4L II USM, un EF 50mm f/1.2L USM y un EF 85mm f71,4L IS USM de Canon. “Rara vez utilizo objetivos largos porque me gusta situarme en medio de los entornos y que todo se mueva a mi alrededor, como si fuera invisible. Fotografiar a 35 mm lo hace posible.

“Me gusta aprovechar la luz disponible, y los objetivos EF 24mm f/1.4L II USM y EF 35mm f/1.4L II USM de Canon son perfectos en condiciones de baja iluminación. Son objetivos muy nítidos, de enfoque rápido, y me ayudan a capturar momentos espontáneos”.

En 2015, la crisis de los refugiados llegó a Europa y Muhammed estuvo allí para presenciarla. En Hungría, tras observar a miles de refugiados caminar fatigosamente por una vía de ferrocarril, decidió que documentar sus experiencias ya no era suficiente. “Quería hacer algo al respecto”, afirma.

Creó una cuenta de Instagram llamada Everyday Refugees y empezó a compartir lo que veía. “No hay mejor manera de contar una historia que con imágenes. Eres testigo de un hecho y lo enseñas al mundo para que alguien reaccione y haga algo al respecto», dice. «Las imágenes pueden cambiar los estereotipos y concienciar a las personas. Las redes sociales son una herramienta muy poderosa con la que, en cuestión de segundos, puedes llegar a millones de personas. Personas de todo el mundo comenzaron a ponerse en contacto conmigo y preguntarme qué podían hacer para ayudar”.

Un año y medio más tarde, Muhammed registró Everyday Refugees como fundación en Ámsterdam, y a día de hoy sigue recibiendo donaciones. “Hasta ahora, hemos ayudado a miles de personas de todo el mundo a través de la fotografía”, afirma. “Mi mayor logro en la vida ha sido crear una fundación que marque la diferencia”.

Las imágenes de Muhammed también han ayudado a forjar conexiones personales. Después de que uno de sus retratos de Zahra ganara el premio Foto del año UNICEF de 2017 en Alemania, recibió una carta de una joven alemana de edad similar. «Iba dirigida a Zahra y decía «Vi tu foto en el periódico. ¿Por qué estás triste? Si nos hacemos amigas, ¿estarías feliz?». La siguiente vez que Muhammed viajó a Jordania, le dio la carta a Zahra. Ella respondió, y las niñas se convirtieron en amigas por correspondencia.

“Esas dos chicas se hicieron amigas a través de una fotografía”, dice Muhammed. “Es una historia sencilla sobre cómo las imágenes pueden conectar a los seres humanos. No solo hacemos fotos, sino que también damos una voz a las personas que fotografiamos. Empiezas a hacer preguntas sobre la gente: ¿quiénes son? Detrás de la palabra «refugiado» hay personas con nombres, esperanzas y sueños como nosotros. Así es como equilibramos la balanza, simplemente a través de las imágenes”.