Publicado por Comuncacion AMC (Sociedad Mexicana de autores de Fotógrafa Cinematográfica) – 3 de noviembre de 2020
Un largo viaje en carretera bajo la luna llena marca el inicio de la historia de Lucía y sus dos pequeños hijos Max y Leo. Esta trama se caracteriza por retratar un tipo diferente de migración; aquellos que llegan a Estados Unidos sin necesidad de arriesgar su vida a través de travesías peligrosas. Se muestra a aquellos migrantes que llegan en auto o por avión, y que se quedan allá buscando una mejor calidad de vida sin importar el costo que esto representa.
Lucía es madre soltera, con poco (casi nulo) conocimiento del inglés y ningún conocido; se aventura a buscar trabajo para sacar a sus hijos adelante con la angustiante necesidad de dejarlos solos, por muchas horas, en un pequeño departamento que alquilan. Max y Leo deben entonces sobrellevar jornadas largas en soledad sin nada más que un poco de comida; una grabadora y un par de cintas que contienen las reglas que los niños deben de seguir durante la ausencia de la madre, así como lecciones de inglés; y su imaginación infinita.
Escrita y dirigida por Samuel Kishi (Somos Mari Pepa, 2013), la película nos invita a viajar en conjunto con la imaginación de “Los Lobos” (Max y Leo) y una nueva realidad a la que los pequeños tendrán que adaptarse. El Director de Fotografía tapatío Octavio Arauz, nos comparte su labor para lograr una estética que apoye la historia.
Un viaje a los recuerdos
Octavio comparte que desde joven tuvo habilidad con el dibujo y las artes plásticas. Inclinación que lo llevaría a perseguir una carrera en pintura, sin embargo, la necesidad de ir más allá en su crecimiento profesional y en su habilidad para transmitir emociones e ideas a través del arte lo llevó a estudiar cinematografía en la Universidad de Guadalajara. Dentro del Departamento de Imagen y Sonido de dicha universidad encontró el reto y la disciplina que buscaba para sí mismo.
La relación con el director de “Los Lobos”, Samuel Kishi, comenzó en la universidad, a pesar de no pertenecer a la misma generación. El director se acercó a Octavio con el primer proyecto que harían juntos: “Somos Mari Pepa” (2013). “Cuando salimos de la escuela, Samuel me abordó porque aún no tenía DF para su proyecto. Vio unos cortos que yo había realizado siendo estudiante, le gustó mi trabajo y así comenzamos a colaborar”. Durante la carrera, Octavio tuvo la oportunidad de probarse como director de fotografía de algunas tesis estudiantiles; estos trabajos ayudarán a su profesionalización en esta rama y llamarán la atención de profesores que lo recomendarán con Samuel.
Después de un par de años colaborando con Samuel en publicidad, el director de fotografía fue la primera opción para “Los Lobos”. “Samuel escribió esta película junto a Luis Briones y Sofía Gómez Córdova. Siempre me contempló para este proyecto. Creo que hacemos una buena mancuerna desde Mari Pepa. Nos sentimos muy bien trabajando juntos y tenemos la misma perspectiva de lo que es el cine”.
La visión de la infancia
“Esta historia es semi-autobiográfica para el director; las películas que he hecho con Samuel, curiosamente, se han vuelto también parte de mí. Es necesario que te apropies de las historias en las que trabajas, que la hagas tuya y que la sientas. Un mismo canal en el equipo para que todo fluya mejor. En este caso la empatía viene desde el hecho de que todos fuimos/somos niños. Coincidía también en el tema de la migración, mi madre por ejemplo, al igual que Lucía y que la madre de Kishi, se fue también un tiempo a los Estados Unidos”.
“Para apoyar la historia, traté de verlo desde el punto de vista de los niños; ellos son, en realidad, la columna vertebral de todo lo mostrado. El reto fue crear el mundo de los niños dentro del departamento. Que se sintiera lo que es el encierro, pero cuando comenzaban a imaginar se sintiera un espacio grande y lleno de fantasía. En este caso el recurso de la animación ayudó mucho, siempre reforzado con el uso de la puesta en cámara”.
“Sabemos que esta película será vista por adultos, pero estamos creando una visión de la infancia para ellos. Los recursos técnicos iban dirigidos a eso. Crear una pequeña analogía a los recuerdos con estos acentos en la fotografía”. ‘Los lobos’ fue filmada con Alexa Mini para proporcionar al DF de libertad de movimiento en las escenas. “Quería disminuir el peso de la cámara. Me gusta moverme mucho y poder posicionarme donde se requiera. Casi todo fue en con easy rig y la mayoría de las tomas fueron realizadas con los lentes de 35mm y 65 mm. Este último tenía una particularidad, ya que era un lente macro entonces, sus aberraciones eran aún más marcadas”.
La selección de la óptica fue un tema a la hora de encontrar la estética adecuada para el proyecto. Una de las consideraciones principales fue la idea de crear una sensación de recuerdo. “Desde un inicio queríamos usar lentes anamórficos. Buscábamos esa distorsión que ofrecíamos, no queríamos el típico flare horizontal. La aberración nos ayudaba a recrear la sensación de la memoria o recuerdo que queríamos; Nos permite centrarnos en puntos específicos del cuadro. Probé unos Hawk, pero la distancia focal mínima era de un metro y nosotros queríamos proximidad e intimidad. Después encontré los Cooke Special Flare y fue una maravilla. Nos proporcionaron el paquete completo: proximidad, sin flare y esa textura cremosa y romántica: todo se sintió muy orgánico.
Cada vez es más habitual encontrar actores naturales dentro de las películas mexicanas, es decir, no actores que por su fisonomía o características individuales son requeridas para interpretar un papel en específico, “Max” y “Leo” (hermanos en la vida real) fueron seleccionados para este proyecto después de un largo casting. “El trabajo con ellos fue fabuloso. El trabajo previo de Kishi y la coach de actuación fue importante y grandioso. Se nota esa magia y frescura en los planos. Uno de los retos, fue mantener el punto de vista: ni tan arriba, ni tan abajo. La espalda me pasó factura aun estando en rodaje”. “Me presente a los ensayos de los niños para que se acostumbraran a reconocer, y que fueran a la cámara y su importancia; cuando llegaba la cámara era para trabajar. No quise entrar en tanta confianza con ellos para que se sintiera la autoridad. Por supuesto que son un amor, te encariñas, ríes y juegas en algún momento”.
En un principio Octavio planeó llevar a cabo un equipo lumínico grande, después por cuestiones de producción todo se redujo a textiles, LEDs, Jokers y un HMI como fuente lumínica más grande. “Considero que esto nos ayudó, sobre todo con los actores, ya que tal vez más equipo hubiera sido más intimidante”.
Al tener pocas luces, el tiempo de preparación del conjunto era relativamente corto. Esto fue de mucha importancia pues tienen niños en set y el tiempo debería de aprovecharse al máximo. “Otro de los retos grandes a los que nos enfrentamos eran las jornadas tan reducidas por tener niños en el set. Teníamos que ser muy precavidos de no rebasar las 6 horas de trabajo, no queríamos que todo el esfuerzo realizado se fuera por algo tan tonto como pasarte una hora de llamado. Hicimos un “cambalache” con las horas de comida, para tener el mayor tiempo posible con los niños”.
Problemáticas
“Los lobos” aborda problemas que van desde todo aquello que tiene que enfrentar un padre para sacar adelante a sus hijos: largas jornadas de trabajo, migrar, mala alimentación; pero también habla de problemas como el racismo, el fanatismo religioso, la drogadicción, el clasicismo y problemas económicos. Hacia el final de la película, se muestra una serie de retratos en video, es decir la cámara capta por unos segundos los rostros de alguna persona en su entorno, o realizando alguna acción muy específica. Estos retratos fueron de las personas que habitan la misma comunidad en Alburquerque que los niños; se ilustran los problemas a los que se enfrentan algunas personas que viven en la marginalidad. “No sabíamos si iban a funcionar los retratos, temíamos que se sintiera muy autoral, pero a la vez creíamos necesario tenerlos; muestra el abanico completo del problema, no solo el de esa familia en especial, sino de toda la comunidad chicana, de la comunidad de los migrantes, de la gente adicta”. Lucía y sus hijos llegan y se hacen parte de un mundo con una magnitud de gente con problemas igual o más grandes a los que ella se enfrenta.
Como parte de las referencias, Octavio menciona el trabajo de la documentalista estadounidense Mary Ellen Mark, quien trabajaba justamente con comunidades marginadas. “Se siente intimidado de la cámara con sus personajes. Siguió a una chica por 30 años, y la cámara estuvo presente cuando había sentimientos íntimos, y desgarradores. A pesar de ello, su trabajo se mantiene honesto, debido a que el personaje le da permiso de estar con ella. Nosotros buscábamos lograr esta cercanía, proximidad y naturalidad con los niños y su relación con la cámara; buscamos que el espectador se sintiera como parte de su universo”. Los retratos arriba, justamente apoyan esta idea de conocer más allá del universo de Lucía y sus hijos.
Octavio nos comparte un poco de su proceso de trabajo con el director Samuel Kishi.
“Leemos el guion y se crea la propuesta estética; a veces se reescribe con base a mi propuesta estética y tomando en cuenta la parte técnica de que es lo que se puede hacer y qué es lo que no; viene el shot list, son luego semanas de pláticas y me llevo mi lista y el story; se analiza todo un detalle y una vez que el storyboard está listo, Kishi hace un animatic y comenzamos a debatir sobre el montaje. Funciona mucho porque ahí si descartamos planos que sabemos que no pueden pegar, continuamos hasta tener un pequeño mapa”. “Cualquier película es como un ente vivo que siempre se va alimentando y reescribiendo conforme avanza el tiempo, hay que saber escucharla, no cerrarse a fuerza por un plano, por ejemplo. Si las situaciones nos están diciendo que algo no va, pues optar por otro tipo de soluciones”. “Hago el storyboard para tener claridad grande de lo que voy a hacer, y tener claro cada plano en mi cabeza, pero también eso sirve para tener un mapa de todas las personas y tener una imagen gráfica, creo que sirve más que tener algo más abstracto que sólo texto. Me siento satisfecho por haber logrado mi propuesta inicial, pues hubo un gran y arduo trabajo detrás”.
Además de la buena mancuerna que existe entre el Director y el DF, hubieron otras personas que enriquecieron el trabajo realizado en esta película. Hania Robledo estuvo a cargo del diseño de producción. Hania estuvo nominada con “Frida” en el 2003 al premio Óscar por Mejor Diseño de Arte. “Nos volaba la cabeza con lo que modificaron, todos esos lugares que se ven aventajados en la película en realidad eran nuevos. Esto nos hizo replantearnos cómo pudo desenvolverse los personajes en los lugares. En mi mente, en un inicio todo era más gris, pero ella decidió usar tonos más cálidos que de hecho si reforzaban la vibra ocre que hay en Alburquerque”.
Para la parte final del proceso, Octavio realizó la corrección de color con Phaedra Robledo en Cinema Máquina. “Nos entendimos muy bien, ya que llevaba una referencia puntual. Me parece que ella es pintora, y su ojo está perfectamente educado. Antes de la película hice unos Luts para tener idea de a dónde quería llegar en ciertas escenas. Al final usamos un Lut general, el de batalla para el espacio interior; había otro para contraluces; otro para atardeceres; y un cuarto para la calle, cuando el sol estaba en una situación de mucho contraste”.
Como conclusión, Octavio resalta la importancia de la descentralización del cine. Ya no es solamente la capital donde se producen los contenidos. También es necesario reconocer que no solo de las escuelas más conocidas viene el talento. “No sé si sea por la facilidad que existe actualmente de conseguir cámaras digitales. En Guadalajara está creciendo mucho la industria. Es un proceso largo, pero poco a poco está dando frutos”.