Recomendaciones

Los estudios científicos o académicos acerca de la problemática histórica del actual territorio de la provincia de Córdoba, antes de la conquista española, producen investigaciones en forma paulatina, gradual y acumulativa, cuyos resultados comúnmente se encuentran dispersos en múltiples medios de difusión académicos y con contenidos en buena medida técnicos. Como consecuencia de esa dinámica, cada cierto tiempo y a partir de mayores conocimientos, también se elaboran obras integradoras o de síntesis. A lo largo del siglo XX se produjeron trabajos de esta naturaleza, pero a medida que se acumulan nuevos resultados, van quedando desactualizados.

Uno de los trabajos más conocidos fue el libro publicado en 1945 por Antonio Serrano, denominado “Los Comechingones”, el cual se convirtió en una obra de consulta permanente por parte de diversos públicos interesados. Se debe tomar en cuenta que este trabajo reunió los resultados de la primera mitad del siglo XX, donde las metodologías y estrategias de investigación eran diferentes y no estaban disponibles técnicas de análisis que en la segunda mitad del siglo XX iban a ampliar enormemente el caudal de conocimiento. Por ejemplo, en 1945 todavía no se habían identificado en forma detallada contextos precerámicos de más de 1500 o 2000 años de antigüedad, lo cual recién ocurre hacia la década de 1950 con las investigaciones de Alberto Rex González.

Este libro se estructura sobre una línea ahistórica, de un pasado en alguna medida no dinámico, un aspecto que tiene que ver con la inexistencia de una trayectoria de sucesión, más tarde reconocida, entre pueblos cazadores-recolectores y agricultores. Esta profundidad cronológica fue planteada a partir de las investigaciones de González y algunos de sus discípulos (Berberián, Pérez Gollán), entre los años 1950 y 1960. La secuencia fue lograda gracias a la aplicación de un descubrimiento realizado en 1948 en Estados Unidos, que permitía fechar con exactitud las ocupaciones de las comunidades pretéritas: el método del Carbono 14. Esta nueva técnica le permitió a González identificar la evidencia más antigua de ocupaciones cazadoras-recolectoras, a las que denominó “cultura Ayampitín”, de aproximadamente 8000 años de antigüedad. Frente al nuevo panorama científico planteado por esta técnica de datación, podríamos decir que rápidamente las investigaciones de González en los años 1950, en sitios emblemáticos como Ayampitín, Ongamira (Córdoba) y la Gruta de Intihuasi (San Luis), “desactualizaron” precipitadamente la obra de Serrano.

A principios de la década de 1970 González elaboró su propia síntesis, con la colaboración de uno de sus discípulos, José Pérez Gollán, para todo el territorio de Argentina, pero con un capítulo especialmente dedicado a las Sierras de Córdoba. Luego, en la transición entre siglos, entre 1999 y 2001, se produjeron otros trabajos, por parte de equipos dirigidos por Eduardo Berberián por un lado, y Andrés Laguens por otro.

Posteriormente en la transición entre las décadas de 2000 y 2010, también se elaboraron obras integradoras acerca de la arqueología y del pasado prehispánico en la actual provincia de Córdoba, a cargo de estos mismos equipos de investigación, que de alguna forma actualizaron sus miradas tras 10 años acumulados de estudios y resultados.

Como síntesis más reciente, el trabajo que recomendamos es una obra colectiva a cargo del equipo dirigido por el Dr. Berberián. Esta obra tuvo tres ediciones entre 2010 y 2013, cada una de ellas con sucesivas actualizaciones. Allí se encuentra mucha información que resume varias décadas de trabajo.

Se debe advertir y tener presente que desde la última reedición, ya han pasado seis años y que en el período más reciente se produjeron nuevos resultados que no están incorporados, pero que sí pueden ser explorados a través de algunas de las lecturas recomendadas.

El libro “Los pueblos indígenas de Córdoba” se ordena en tres partes, una introductoria, otra sobre arqueología de los pobladores prehispánicos y una tercera que aborda procesos históricos posteriores a la conquista española.

La primera parte cuenta con dos secciones, una relativa a “La disciplina arqueológica y el patrimonio cultural” y otra que aborda “La región y su diversidad ecológica”. El capítulo sobre “La disciplina arqueológica” presenta parámetros generales y a la vez imprescindibles para comprender, en sus lineamientos básicos, el quehacer de la arqueología, para introducirse luego en la lectura de la narración histórica.

Por un lado el conocimiento de los supuestos y conceptos más generales, procedimientos, técnicas, que dispone la arqueología para producir conocimientos acerca del pasado. Esta disciplina estudia los objetos de la cultura material con el fin de comprender las prácticas sociales y culturales, por lo tanto requiere de una serie de herramientas que le son específicas y responden a problemáticas que surgen de líneas teóricas concretas. Por lo tanto, a la luz de los datos se generan respuestas que confirman o refutan las hipótesis propuestas. Esta práctica científica requiere también de un diálogo constante con otras disciplinas y saberes académicos y no académicos, tanto de las ciencias naturales como sociales, y del saber etnográfico de comunidades contemporáneas o del pasado reciente, todos ellos aportando elementos para la reconstrucción histórica.

En esta primera parte se incluye también un análisis y discusión de la noción de Patrimonio Cultural, así como de los actores nacionales y provinciales involucrados en su legislación y protección. En este marco se trata la importancia de la Ley N° 25.743, del año 2003, destinada a “la protección del patrimonio arqueológico y paleontológico”, que permitió otorgarle categoría patrimonial a todo vestigio arqueológico y no solo aquellos más importantes. También bajo la consigna de ¿a quién pertenece el pasado?, se postula que es necesario un diálogo constante con todas las partes involucradas (estado, comunidad local y comunidades originarias), a los fines de evitar imponer o reproducir una mirada occidental y colonial sobre el pasado prehispánico.

En segundo término, el capítulo “La región y su diversidad ecológica” procura fijar parámetros espaciales, geográficos, para establecer un escenario de los procesos que se investigan, en términos de orografía, hidrografía, formaciones vegetales, faunísticas, climáticas y un largo etcétera, de lo que es la conformación física del espacio que habitaron las comunidades. Se apela a una clave de comprensión que atiende al carácter dinámico de este espacio, no un escenario inmóvil, fijo, sino uno en continua transformación por agentes naturales, pero también por las comunidades humanas que a través de su paso fueron continuamente moldeando, construyendo y modificando los paisajes.

La segunda parte del libro trata sobre “Los pobladores prehispánicos en la región”, ordenada en cuatro capítulos. En el capítulo “Los primeros pobladores de la provincia de Córdoba” se resumen las investigaciones de González, de mitad del siglo XX, quien recupera las ideas de Florentino Ameghino, señaladas a fines del siglo XIX, acerca de la trayectoria varias veces milenaria del pasado indígena. Durante mucho tiempo y hasta un pasado relativamente reciente (mitad del siglo XX) se sostuvo que este pasado en la actual provincia de Córdoba, así como en general en el territorio argentino, previo a la conquista española, sólo acumulaba unos pocos siglos. Con base en nuevas técnicas de investigación y en una serie de hallazgos que tuvieron lugar a fines de la primera mitad del siglo XX, se estableció en forma fehaciente un proceso de varios milenios para las comunidades originarias de Córdoba y de Sudamérica en general.

Las investigaciones más recientes en la Pampa de Achala, en la región serrana cordobesa, permitieron identificar ocupaciones que indican un período inicial de exploración y colonización de los diversos territorios, ocurrido en la transición Pleistoceno-Holoceno, entre hace aproximadamente 11.000 y 9000 años.

En esa época, diversas comunidades realizaron la exploración y luego colonización de múltiples territorios y desde allí, protagonizaron diferentes trayectorias históricas que alcanzan hasta el pasado reciente, a través de los cuales hasta el último resquicio territorial de la geografía sudamericana fue poblado. Como plantea Atahualpa Yupanqui, “América es el largo camino de los indios”.

Este capítulo avanza en la caracterización de los modos de vida de los grupos cazadores-recolectores serranos, que ocuparon la región por más de 10.000 años. Lo que queda claro a partir de la lectura es que existen evidencias que marcan diferencias en las prácticas sociales de estas comunidades, por lo tanto lejos de plantear un bloque homogéneo, se observan cambios paulatinos en las estrategias tecnológicas y económicas de los cazadores-recolectores, en la ocupación del paisaje, en la construcción de vínculos sociales y en la movilidad por el territorio, los cuales se incrementaron hace 1500 años.

El capítulo siguiente trata sobre “Las comunidades productoras de alimentos en la región serrana”. Se inicia caracterizando más en profundidad estos cambios, fundamentalmente aquellos ocurridos con posterioridad al 500 a.C., que llevaron a configurar, en los siglos inmediatamente previos a la conquista española, un escenario sociocultural bastante contrastante con lo sucedido siglos y milenios atrás.

Desde el 500 a.C. y durante mil años, el pasado prehispánico en las Sierras de Córdoba y en sus planicies adyacentes, puede ser definido como una trayectoria de transformación organizativa, social y cultural de comunidades de cazadores-recolectores. Sin embargo, durante el milenio previo a la conquista, es decir entre el 500 y 1550 d.C., se consolida un modo de vida que incorpora o suma a los tradicionales esquemas de caza y recolección, actividades agrícolas o de horticultura de pequeña escala. Se habla de pequeña escala en cuanto al grado de impacto y transformación del paisaje, pero con significativas consecuencias en numerosos campos sociales y culturales. Estas transformaciones constituyen el eje de este capítulo.

Otro capítulo hace referencia a “Las representaciones rupestres de las comunidades indígenas de la provincia de Córdoba”. En nuestro caso, en “Trazos nativos”, esta información se complementa con las recomendaciones de lecturas específicas, a través de un libro dedicado completamente a esta temática y otras publicaciones en revistas especializadas y en capítulos de libros. El arte rupestre, pinturas y grabados, fue realizado sobre una variedad y abundancia de soportes rocosos, en numerosas áreas serranas de Córdoba. El desarrollo y los cambios ocurridos en la disciplina arqueológica permitieron superar la mirada tradicional que lo consideraba una “manifestación del espíritu”, difícil de abordar, para avanzar en su consideración como parte del registro arqueológico que aporta información sobre las prácticas sociales. El objetivo de este capítulo es ofrecer una caracterización general de sus particularidades de este rasgo y dar cuenta de la variedad de escenarios, situaciones en las que se inscriben estas manifestaciones, identificar el repertorio iconográfico o en otros términos, los tipos de figuras seleccionadas en las diferentes áreas por las comunidades originarias.

La segunda parte del libro ofrece un capítulo que aborda la cuestión de “Las comunidades productoras de alimentos de la llanura”. En un sentido más macro las sierras de Córdoba fueron históricamente poco atractivas para la arqueología, y en consecuencia, poco atendidas desde este punto de vista. Esta situación desfavorable se incrementa en el caso de la llanura, con la consecuencia de un conocimiento muy poco desarrollado. En este capítulo se sintetizan algunos estudios que han permitido establecer o tendencias generales que tienen que ver con el hábitat, la tecnología o lo estilística en determinados rasgos de la cultura material. De esta manera, un poco por afinidad y otro por analogía con la región serrana, es factible proyectar algunas tendencias, características generales del modo de vida, de la trayectoria histórica y de las conexiones o vínculos sostenidos con habitantes de otras regiones. Las planicies orientales, lo que hoy se llama “pampa gringa”, constituyen una región intermedia entre la serranía cordobesa y el río Paraná. Esa posición entre dos regiones con perfiles muy característicos, favoreció el desarrollo de comunidades locales con formas socioculturales condicionadas por esta particular posición geográfica.

Recomendamos la lectura de este capítulo ya que permite ahondar, respecto de los tiempos de ocupación en la región, las formas de vida de sus comunidades, los tipos de intercambios entre la llanura y las serranías. El aporte es comprender la particularidad histórica de una región específica, con un largo proceso, desde poblaciones “ayampitín” del Holoceno medio, entre hace 8000 y 4000 años, hasta el final de la secuencia, durante Holoceno tardío final, con la presencia de comunidades que tuvieron un nítido vínculo con las serranías cordobesas y con grupos de las tierras bajas orientales, en la actual provincia de Santa Fe.

La última parte del libro se denomina De la Conquista a la Colonia, y está conformada por el capítulo “Transformaciones bajo el régimen colonial”, cuya lectura sugerimos para entender los cambios abruptos y determinantes de ese proceso histórico. De alguna manera el concurso de los métodos y técnicas de la arqueología, sin dejar de estar presentes, ceden protagonismo ante el aporte de disciplinas históricas, basadas en el estudio de documentos escritos, que señalan mediante diversas clases de información las vicisitudes y consecuencias de la incorporación de la jurisdicción de Córdoba al imperio español en el siglo XVI. En tal sentido se analizan las perspectivas y métodos empleados por la elite conquistadora para crear un espacio de control colonial, y las estrategias de resistencia implementadas por las comunidades originarias, así como el sometimiento a un sistema de implantación colonial que tenía asignados para ellas una posición y roles muy específicos.

Se puede comprender la creación de la jurisdicción de Córdoba del Tucumán, en el marco de la expansión meridional del Virreinato del Perú, y de la Gobernación del Tucumán, como parte de un plan preconcebido que se desarrolló en dos o tres décadas (conectar el Perú con el Río de la Plata). Promediando el siglo XVII se produjo una marcada desestructuración de estas comunidades y el surgimiento de una nueva sociedad mestiza, donde las comunidades originarias se entremezclaron y compartieron territorios y circunstancias con poblaciones indígenas de otros orígenes, africanos y europeos pobres, en la gestación de una colectividad internamente jerarquizada, desigual y con muchos problemas relativos al despojo, no sólo material, sino también cultural de la población originaria.

Como síntesis, se recomienda la lectura de este libro ya que ofrece un marco general e imprescindible para comprender los cambios y continuidades vividos por las comunidades originarias antes y después de la conquista española, dando lugar a un contexto claro al cual incorporar los avances logrados a partir del estudio de la iconografía. De alguna manera, esta obra de síntesis procura acercar el pasado de las comunidades originarias con el objetivo de aclarar o modificar muchos de los pre-conceptos que se manejan en el ámbito educativo y que replican conocimientos generados durante la primera mitad del siglo XX. Nuestra historia prehispánica es muy antigua, rica y compleja, y sólo una mirada integradora permitirá entender que el arte rupestre no eran solo “figuras” que podemos interpretar de manera aislada, sino que formaron parte de la cosmovisión de estos pueblos, transmitiendo diferentes mensajes, memorias y saberes a sus miembros a lo largo del tiempo y del espacio. Contamos hoy con herramientas para acercarnos e intentar comprender algunos de los sentidos sociales que motivaron su ejecución, pero este camino recién comienza…

Este libro está disponible de manera libre para usos educativos.

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