Recomendaciones

En este caso se ilustra y analiza un pequeño conjunto de sitios rupestres localizados en el centro del valle de Punilla y en la zona de Copacabana, en el Departamento Ischilín. Estos sitios son vistos desde la perspectiva de las asociaciones temáticas, tipos de motivos y diseños, con formas o resoluciones infrecuentes en el arte rupestre regional, pero que sin embargo señalan relaciones de larga distancia con diferentes regiones.

Desde hace décadas es conocida la piedra grabada de San Buenaventura, en el río Yuspe (valle de Punilla), con una configuración estilística del todo atípica en el paisaje regional, pero con referencias bastante afines en el flanco oriental andino, desde la zona de Neuquén hasta la misma latitud de Córdoba, entre San Juan y La Rioja. Se agrega una segunda roca grabada, inédita, donde destaca la representación de un hacha metálica de estilo Yocavil o Santamariano, que señala también relaciones de larga distancia con una clara conexión con el noroeste argentino.

En cuanto al valle de Copacabana, estas conexiones resultan marcadas y diversas, en tanto se identifican paneles con grabados afines al arte de las sierras de Serrezuela (Córdoba), de Los Llanos (La Rioja), e incluso más al occidente, en la zona de Valle Fértil o Ischigualasto (San Juan). En cuanto a algunas pinturas, se aprecian conexiones de mayor distancia con los Valles Calchaquíes, Puna y piedemonte surandino, a partir de determinados motivos antropomorfos. Los mismos evidencian no solo la conectividad de las redes sociales en el nivel local, sino en la vinculación de las antiguas sociedades cordobesas en redes extra-regionales que abarcaban desde Norpatagonia hasta el sur del Noroeste Argentino, pasando por Cuyo.

Esto permite entender que había otras organizaciones geográficas, otros modos de vinculación política, otras formas de intercambio de conocimientos, saberes, productos, objetos, así como la participación en redes a través de la afinidad o diferencia por medio de las cuales la gente de una quebrada o de un pequeño valle, podía adoptar materialidades que acentuaran la diferencia con la quebrada vecina, pero al mismo tiempo participar en vínculos con sociedades muy alejadas, en circuitos que podían abarcar desde el sur de Salta a Neuquén, en esferas del orden de los 600 a 800 km. Es decir “me diferencio todo lo que puedo del vecino, pero todos nos comunicamos con gente que vive muy lejos de acá”, con quienes se compartían marcos ideológicos y esquemas de construcción simbólica.

Aunque el artículo se centra en el análisis del arte rupestre, lo cierto es que las y los arqueólogas/os cuentan con otras evidencias materiales que les permiten estudiar estos lazos sociales, a lo largo del tiempo y el espacio. Un nivel es el de la circulación de objetos o materias primas exóticas. Por ejemplo los adornos elaborados con valvas de moluscos, que señalan conexiones orientales de larga distancia, desde el río Paraná hasta la costa atlántica. En cuanto al occidente, suelen aparecer artefactos de rocas de procedencias lejanas, que dan cuenta de vínculos con la vertiente oriental andina o con las Sierras Pampeanas occidentales. Incluso se pueden mencionar escasos objetos metálicos, con la misma presunta procedencia. También destaca el aspecto estilístico de diferentes tipos de artefactos, que señalan procesos de replicación o como mínimo, algún tipo de conexión entre todas estas regiones, en la manera de construir determinados artefactos para fines generales o específicos. Por último tenemos información etnohistórica, acerca de la toponimia o nombres de los lugares, así como la antroponimia o nombres propios, que muestran a los habitantes de las sierras de Córdoba inmersos en redes de relaciones de alcance extra-regional.

Disponible en:

http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/Arqueologia/article/view/2470/2121