Recomendaciones
En este trabajo se plantea un estudio interdisciplinario entre la arqueología y la etnohistoria. A partir del análisis de las fuentes documentales del siglo XVI y de las pinturas rupestres de las secciones norte y centro de las sierras cordobesas, se indaga sobre las representaciones de españoles y su asimilación y modificación con base en los marcos de referencia de las comunidades indígenas locales. En este contexto, la inclusión de la figura del español es interpretada como una de las posibles respuestas de resistencia simbólica desencadenadas por la conquista, es decir como formas de oposición a la dominación colonial, con un carácter menos violento, frontal y riesgoso que la resistencia armada.
En primer lugar se presenta una revisión de los datos documentales sobre las respuestas generadas por las comunidades originarias ante el avance de la conquista española. En este contexto se destaca que los cambios producidos por este proceso no provocaron la inmediata desaparición de las prácticas culturales, por el contrario, los grupos reaccionaron de diferentes maneras a la nueva realidad con la que tuvieron que enfrentarse: a veces sometiéndose, a veces acomodándose y/o adaptándose y otras veces resistiendo duramente a las imposiciones coloniales. En este trabajo se aclara que cuando se concretó la fundación de la ciudad de Córdoba en 1573, las comunidades indígenas ya tenían un conocimiento directo o indirecto de los españoles, que avanzaban con motivos no del todo conocidos pero que despertaban seguras y fundadas desconfianzas.
Se indica que, aunque existieron episodios de violencia colectiva y organizada, tanto en la época de las entradas iniciales en 1544, como con posterioridad a la fundación de la ciudad, estos fueron episodios esporádicos, fugaces y muy localizados espacialmente, sin lograr efectividad a largo plazo. Concretamente, se sostiene que pasados los primeros 20 años de la fundación de la ciudad, la resistencia indígena parece haber encontrado modalidades alternativas al enfrentamiento armado. Algunas de estas respuestas de resistencia y negación fueron de carácter individual, como la huida de las encomiendas, o grupal a partir de la construcción de espacios donde perduraron algunas prácticas colectivas en contextos de clandestinidad o alejados de la mirada hispánica, como las llamadas “juntas y borracheras”.
La práctica del arte rupestre fue alterada por la invasión española, y en un plazo no muy corto desarticulada. Advertimos, sin embargo, que en las primeras décadas de la ocupación colonial, la ejecución de representaciones rupestres continuó vigente. Este es el contexto en el cual el trabajo procura aportar datos sobre otras estrategias de resistencia, al analizar el arte rupestre como una práctica cuyo ejercicio significó la continuidad de expresiones tradicionales y cuyo papel central fue el reforzamiento de los vínculos sociales. Para ello la propuesta se aleja tanto de la visión del arte como espejo de la realidad, que interpretó la presencia española en las pinturas como el reflejo de la sorpresa generada, como también de una perspectiva demasiado acotada de la resistencia, esto es, reducida a sus instancias más explícitas y manifiestas (como el enfrentamiento armado).
Se analiza la incorporación de elementos de origen europeo como caballos, jinetes, soldados con armaduras, en dos sectores de las Sierras de Córdoba: el valle de Guasapampa, en el sector occidente, y Cerro Colorado en el sector norte. En la primera área solo han identificado caballos, en tanto que en la segunda hay una mayor diversidad de motivos hispánicos, como españoles a pie o a caballo, ejecutados de manera aislada o conformando complejas escenas. Para la construcción de las figuras de equinos en Guasapampa se tomó como modelo uno de los cinco diseños de camélidos, que es la figura dominante en el repertorio del área. El cambio se observa en la incorporación de detalles propios del caballo como la quijada y el hocico, una larga cola y la culminación de las patas traseras y delanteras con los cascos. En concreto, se usó el diseño de una figura conocida para construir al animal novedoso.
En Cerro Colorado se observa la misma “lógica” constructiva para los caballos, solo que se identifican dos diseños de camélidos diferentes para elaborar la imagen de estos animales exóticos. En este caso se suma la figura del español y se compara con los indígenas pintados en los mismos sitios. Las representaciones antropomorfas prehispánicas se caracterizan por la casi total ausencia de rasgos anatómicos, ya que por lo general están indicadas solo las piernas mientras que el tronco, cuello y cabeza se resuelven con un trazo único. Los detalles de la cara están ausentes e incluso a veces faltan los brazos. Por el contrario se destacaron enormes adornos dorsales y cefálicos, e incluso armas como arco y flecha.
La figura del conquistador muestra en general un diseño similar al indígena, dado que se distingue por elementos de su vestimenta y por las armas que porta. De la misma manera, la figura ecuestre se destaca por la falta de distinción entre el animal y el jinete, dado que están ausentes las piernas del humano mientras que los brazos se funden en un solo trazo con las riendas. Entre los atributos recurrentes se destacan detalles de las vestimentas, como sombreros y cascos, así como la representación de armas como espadas y mazas.
Con base en trabajos previos, se plantea que para las comunidades prehispánicas que habitaron Guasapampa y Cerro Colorado el arte rupestre fue un elemento clave de su cultura, en tanto constituyó un espacio de negociación de significados que posibilitó la cohesión y sociabilidad de personas y grupos. Por otro lado, se entiende que la repetición de cierto repertorio iconográfico e incluso de ciertas maneras de definir los camélidos y motivos antropomorfos a lo largo del tiempo, permite afirmar que se trataba de un saber común que circulaba en el espacio y era transmitido de una generación a otra, reforzando la memoria social. Los viejos soportes y definiciones visuales sirvieron de referentes para traducir y adecuar la nueva realidad impuesta por la conquista.
El aporte fundamental de este trabajo es un análisis inédito para la región focalizado en la respuesta de los pueblos originarios frente a una nueva situación histórica. Permite comprender que aunque las “viejas/nuevas” prácticas, materializadas en el arte rupestre, no hicieron peligrar la presencia española, ni la puso en duda, contribuyó a generar un espacio de relativa autonomía que permitía, aunque seguramente no de forma consciente, perpetuar y reforzar la identidad de los grupos originarios. Ante los nuevos actores y acontecimientos, los indígenas de las serranías cordobesas adoptaron los elementos extraños y los incorporaron a su matriz de significados, en el marco de una práctica antiquísima como era el arte rupestre. En este sentido, la construcción del caballo con base en una figura zoomorfa central dentro del repertorio iconográfico, como era el camélido, pone de relieve esta apropiación y reinterpretación de lo nuevo en base a lo conocido. De la misma manera, la incorporación de la figura del español a partir de sus elementos peculiares (armaduras, sombreros, armas) no hace más que repetir el modelo previo de autodefinición de los indígenas, que destacaba los atributos distintivos (adornos dorsales y cefálicos, armas) y no aquellos comunes a los seres humanos, como los rasgos faciales. Es decir que el español fue agregado al repertorio con el mismo nivel de detalle que posibilitaba individualizarlo pero, al mismo tiempo, diferenciarlo.
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