La escuela de Filosofía despide a Oscar del Barco con dos semblanzas. Publicamos la primera hoy, de Ignacio Barbeito, al que agradecemos mucho.
Transformar el mundo, cambiar la vida
En memoria de Oscar del Barco (1928 – 2024)
Ignacio G. Barbeito
La figura de Oscar del Barco, su pensamiento, sus manifestaciones y formas de intervención en la escena pública, constituyen hace ya un buen tiempo parte ineludible de la historia de las ideas en Latinoamérica. Parte de ese pensamiento se desplegó en artículos, ensayos, relatos, prólogos, entrevistas y libros, pero además en traducciones e iniciativas editoriales muy influyentes, como también en poemas y pinturas.
Que Oscar del Barco haya preferido la filosofía al oficio de historiador no quita que sus contribuciones teóricas e intelectuales puedan y deban ser también valoradas históricamente. Integrante del denominado “grupo Pasado y Presente”, a comienzos de los años sesentas formó parte del Comité Editor de Pasado y Presente. Revista de Ideología y Cultura, que impulsaría la renovación teórica del marxismo latinoamericano. Traductor del Marqués de Sade, de Georges Bataille, Pierre Klosowsky, Philippe Sollers y Jacques Derrida, entre otros, fue uno de los pioneros del telquelismo local. Desarrolló una intensa actividad como editor de artículos, libros y revistas, entre las que cabe mencionar la colección “El hombre y su mundo” (1968-1976), en Ediciones Caldén, con más de veinte títulos, la revista Espacios, en el Centro de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Autónoma de Puebla, y Nombres. Revista de Filosofía. Sin pretensión de exhaustividad, entre sus libros mencionamos Esencia y apariencia en El Capital (1977), Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas (1980), El otro Marx (1983), La intemperie sin fin (1985), El abandono de las palabras (1993), Juan L. Ortiz. Poesía y ética (1996), Exceso y donación. La búsqueda del dios sin dios (2003) y El estupor de la filosofía (2021).
No cuesta apreciar que su pensamiento, expresado en esas y otras obras, acompaña un arco temporal de intensidad reflexiva que, envuelto primero en expectativas revolucionarias, se constituye luego en testigo de lo ominoso y la sevicia, los asesinatos y desapariciones y, sin dar las espaldas, sin dejar de denunciar la creciente reificación de la vida y las responsabilidades por crímenes cometidos, persiste en la tarea de despejar un posible hogar para la humanidad de hombres y mujeres. Que le llame “dios”, que le llame “hay” o “comunismo”, experiencia, Prius o absoluto, no es lo decisivo. Como escribió a fines de agosto de 1991, tras el fallecimiento de su amigo José María Aircó: “Este es el nombre exacto: el pan. El pan nunca dice su inmensidad: al contrario, está allí como algo dado, algo que se da para que el otro lo coma sin darse cuenta que está realizando algo esencial”. Todo esto involucraba un retorno al origen no histórico de la filosofía, un retorno a la admiración como condición del pensar. La buscó en Platón, Plotino, Kant, Schelling, Hegel, Marx, Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein y Bataille, entre muchos otros; pero también y sobre todo entre los otros y con los otros. Profesor de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Oscar del Barco deja un legado pedagógico y filosófico de profundas resonancias teóricas, existenciales y políticas.
Córdoba, 3 de junio de 2024.-