Este museo recreativo se trata de la pequeña casa de descanso, donde vivió temporalmente el doctor Deodoro Roca: uno de los jóvenes intelectuales más lúcidos y protagonistas más conocidos de la mítica Reforma Universitaria de 1918. Aquí se resguardan objetos y documentos valiosos, que son parte de la gesta que marcó la vida democrática de la Universidad Nacional de Córdoba.
Humberto Feliciano Supaga es el dueño y anfitrión de esta Casa Museo. Además de ser un gran conocedor de esta historia, dado que su bisabuelo fue amigo personal de Dedoro Roca.
Así, desde 1995 comenzó a reunir muchas de las piezas que componen hoy este Centro Cultural, que además colinda con una vieja pulpería, construida en 1880.
Uno de los objetos más preciados y simbólicos que resguarda esa casa-museo es la vieja máquina de escribir Continental que se usó para redactar el Manifiesto Liminar de la Reforma de 1918. Además, se pueden apreciar alrededor de unas 24 mil piezas y objetos antiguos, que dan cuenta de toda una forma de vida típica, en esta zona.
De esta forma, el grupo humano que integra el “Proyecto de Ongamira” teje lazos profundos con toda la comunidad del lugar, en un diálogo de saberes continuo, que se fortalece entre el conocimiento que producen y recuperan los investigadores universitarios y las huellas originarias de un pasado que se resguarda, entre nuevas voces y formas de vida.
Viaja virtualmente hasta esté increíble lugar en el mundo.
El Museo Histórico y Centro Cultural Deodoro Roca fue fundado en 1995 y nacido del deseo de transmitir el patrimonio y la historia local, exhibe una colección de piezas arqueológicas, obras de arte y antigüedades que dan testimonio del paso de Deodoro Roca y de otros personajes que, atraídos por la belleza de las sierras cordobesas y la tranquilidad de la zona, dejaron aquí su huella.
Las colecciones y las salas del museo muestran los casi diez años de una labor conjunta desarrollada con el apoyo de profesionales del Museo de Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, junto con el Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET-UNC).
Texto y Fotos: Irina Morán