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Conmemoración del Día de los Derechos Humanos

fotoperiodismoLegados en movimiento. Reflexiones sobre los desafíos de la lucha por los Derechos Humanos en los tiempos venideros

En Argentina, y también en Córdoba, el 10 de diciembre fue una fecha inicialmente apropiada por los organismos de Derechos Humanos que entonces reclamaban por verdad y justicia respecto a las violaciones cometidas en plena dictadura. Fue allí donde convergieron,  al principio bastante en soledad, los familiares y allegados de los represaliados. Desde entonces, los 10 de diciembre fueron convirtiéndose en un espacio/ocasión para inscribir una demanda y también para rearticular ese tejido social devastado por el terrorismo de Estado. Familiares, allegados, militantes, referentes y también las juventudes políticas en recomposición, ya conformaban, hacia 1982, un espacio común de denuncia y reclamo frente al poder dictatorial. En 1983, a los sentidos ya inscriptos se asoció uno nuevo, la reinstitución del orden democrático,  al coincidir aquel diciembre con la asunción del primer presidente constitucionalmente electo en la posdictadura. También desde entonces, y a partir de 1984, una nueva fecha pobló se sentidos y presencias el espacio conmemorativo. Los 24 de marzo, en alusión al último Golpe de Estado ocurrido en 1976,  se fueron constituyendo en el espacio social privilegiado par reclamar y a la vez para construir una frontera respecto de aquel pasado dictatorial. Sin embargo, los 10 de diciembre han seguido convocando, desde entonces, a todos los actores que enmarcan sus luchas, sueños y proyectos en los derechos humanos como lenguaje común, resignificando y ampliando los sentidos que se le asocian.

Durante los últimos años, la consolidación de algunas de estas luchas puede aprehenderse a través de la institución, hasta entonces inusitada, de procesos, ritos y políticas gubernamentales vinculadas a la defensa de los Derechos Humanos. Los Juicios de Lesa Humanidad, la ley de Matrimonio Igualitario y las Asignaciones Familiares por Hijo son sólo algunas de las conquistas que podemos nombrar.

Sin embargo, los alcances de estas transformaciones políticas, sociales y culturales parecen mucho más enraizadas, profundas y difíciles de contabilizar. La constitución política de la figura del “activista familiar” en nuestro país, por ejemplo, puede explicarse como producto del reconocimiento al trabajo de las asociaciones y movimientos de derechos humanos que denunciaron el accionar del terrorismo de Estado como Madres de Plaza de Mayo, Abuelas, y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Cabe reconocer especialmente el activismo de las mujeres, a quienes los horrores y la crueldad de la dictadura dejaron huellas sobre sus propios cuerpos. Asimismo pueden reconocerse en el espacio público las narrativas de otras organizaciones sociales que resignifican marcas y símbolos para reclamar mayor responsabilidad frente al Estado. De modo que pañuelos, fotografías y cánticos se reproducen en calles, plazas y escalinatas dando cuenta de las articulaciones que se han generado entre movimientos, y entre el pasado y el presente. Frente a los desafíos que se han presentado a lo largo de la historia, el fortalecimiento de los Derechos Humanos se ha vinculado precisamente con la posibilidad de interpelar y engarzar en su seno problemáticas actuales.

Si hay algo que nos han dejado como legado durante estos últimos años es el deber de mantener vívidas las luchas en tiempos adversos, hasta tanto puedan ser encauzadas en canales más propicios. La paciencia de las Abuelas para encontrar a sus nietos, puede resultar un maravilloso ejemplo en ese sentido.

Aún nos siguen interpelando a redoblar los esfuerzos las comunidades originarias, los sectores populares y otras “minorías”, cuyos problemas resultan poco asibles a la retórica de los derechos humanos -al menos bajo los naturalizados modos actuales-.

Apuestas que, en definitiva, parecen ponerse nuevamente a prueba en la etapa que se inicia. Que nos encuentre atentos, movilizados y permeables a la creatividad social, capaz de traspasar los momentos históricos menos favorables.

Finalmente, el Programa de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades se compromete a seguir construyendo un espacio colectivo con organizaciones, comunidades y organismos de Derechos Humanos para la reflexión y la transformación en orden a una mayor democratización de la vida social.

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