En muchas de las instancias de trabajo en las que participamos varios de nosotros, la figura del manual escolar aparecía como una referencia clara e ineludible para comprender determinadas maneras en que se transponen al terreno de la didáctica los contenidos de las disciplinas lingüísticas (la gramática, el estudio sobre los textos, el análisis de los discursos, entre muchas otras). En algunas investigaciones sobre el consumo editorial de maestros y profesores que fueron referencia ineludible para este proyecto, se hacía evidente que los docentes utilizan la mayoría de las veces manuales escolares ya sea directamente en sus clases con ejemplares o copias que tienen los estudiantes, o indirectamente cuando toman de tales materiales conceptos, textos y actividades didácticas para planificar sus clases.
Pareciera existir casi siempre un manual escolar mediando la producción del docente para sus clases u organizando las actividades que se presentan en las clases mismas. Los manuales escolares constituyen, por tanto, materiales de amplia y frecuente circulación en las clases, planes y programas de los maestros y profesores. En otras palabras, conforman materiales discursivos que alimentan buena parte de lo que los docentes piensan, dicen y hacen en relación con la enseñanza de los contenidos escolares.
La idea de producir un material para la enseñanza de la argumentación en la escuela intenta, entre otras cosas, diversificar un mercado que aparece dominado por las empresas editoriales y sus propuestas didácticas a través de los manuales escolares. No se trata de erradicarlos ni mucho menos negarlos: solo de ofrecer más alternativas, más vías para pensar en la enseñanza de los contenidos escolares. Y en particular, que el hacerlo signifique una actividad digna para quienes investigamos y estudiamos en el terreno de la didáctica; muchas veces la producción para las aulas aparece estigmatizada desde los ámbitos académicos como una producción de poco valor porque es “para el terreno…” o es puramente “instrumental”.
En este trabajo, rescatamos el valor de los instrumentos cuando son debidamente reflexionados, cuando resultan de procesos de estudio sistemáticos y serios, y cuando –sobre todo- no intentan constituirse en panacea de nada sino un aporte posible entre muchos otros.