Rodrigo Prieto ASC AMC

Life and Style
Enrique Navarro – Febrero del 2020

 

Entrevista con Rodrigo Prieto, el cinefotógrafo mexicano  (23 de noviembre de 1965 en Ciudad de Mexico, Mexico) nominado al OscarThe Irishman le valió la tercera nominación al Oscar a Rodrigo Prieto. En esta entrevista con Life and Style reflexiona sobre el valor de este premio, sus inicios y su deseo

De tanto mirar el mundo a través de una lente, Rodrigo Prieto ha logrado entenderlo. El cinefotógrafo ha trabajado en países de Asia, Europa y África con la naturalidad que lo haría en su natal México y ha llegado a una conclusión: todos somos parte de una misma cosa. El tres veces nominado al Óscar ha retratado múltiples culturas y apoyado la visión de directores tan distintos como sus nacionalidades: Pedro Almodóvar (España), Ang Lee (Taiwán), Francis Lawrence (Austria) u Oliver Stone (Estados Unidos). Con esta experiencia junto a los mejores cineastas de su generación, Rodrigo confiesa que descubrió que, en el fondo, todos somos parecidos porque tenemos “los mismos rollos en el corazón, las mismas inseguridades y deseos”.

A cada una de las más de 60 películas que ha fotografiado le ha añadido un toque personal, algo tan suyo como sus recuerdos y sentimientos. Rodrigo Prieto apunta la lente hacia sí mismo, hacia el origen de su amor por la cámara –combinación de la devoción de su madre por la pintura y de su padre por la ingeniería aeronáutica– para pintar cuadros de luz.

Ha explorado la avaricia junto con Martin Scorsese (The Wolf of Wall Street); enmarcó la vida y obra de la pintora mexicana más reconocida con Julie Taymor (Frida), y ahondó en los límites humanos con Alejandro González Iñárritu (Amores perros). “Me emocionan muchas cosas, como trabajar en películas donde se exploran a personajes ‘imperfectos’ que tienen inquietudes y quizá dolores que quiero explorar dentro de mí”, explica.

Pero aun cuando el mexicano tiene el prestigio medido con cuatro premios Ariel, las nominaciones al Óscar a Mejor Fotografía a por Brokeback Mountain (2005), Silence (2016) y ahora por The Irishman (2019) –además de ser jurado de la edición 76 del Festival Internacional de Cine de Venecia–, para él lo primero es el arte. Por eso, este hombre de habla tan sosegada como su actitud y filosofía, puede posponer su debut como director de largometrajes hasta que una historia en verdad le mueva el alma. Hasta que algo lo ilumine.

Life and Style: ¿A qué crees que se deba tu entendimiento de cineastas de culturas tan diversas?

Rodrigo Prieto: Me ha tocado trabajar no solo con directores de culturas y orígenes distintos, sino también en muchos países. He colaborado con gente y equipos de lugares como Japón, Taiwán, Europa, África, en fin… Creo que esto me ha llevado a ver que, pese a que hay diferencias culturales y de temperamentos, en el fondo, si escuchas desde el corazón a las personas de las que te rodeas, vas a ver que te identificas en muchas cosas. Ese es un aprendizaje que he llevado a mi trabajo con distintos directores: escucho lo que tienen en la mente y el alma, y trato de plasmar eso en pantalla. También tengo mis propios rollos que retrato de forma más abstracta a través de la luz, la composición, el movimiento, la textura.

LyS: ¿Cuáles son esos temas que te inquietan y te llevan a expresarte como artista?

RP:  Lo que intento es plasmar las emociones que tiene el director o la directora. Busco dentro de mi corazón y las experiencias del pasado que me hacen ver esas emociones, y las imágenes que me vienen a la cabeza. Pueden ser recuerdos de cómo me sentía en ciertas situaciones o mi relación con el arte, la fotografía y el cine. Recuerdos emocionales y visuales de cosas que he vivido, así que creo que es algo inconsciente. No lo hago con un concepto muy claro, pero salen esas cosas. A través de las emociones llego a una escena muy particular de una película.

LyS: Supongo que estas emociones y esta introspección vienen del banco vivencial, ¿cuáles son tus bases, qué cosas te mueven?

RP: Ahí es donde influye la cultura, cómo crecimos cada uno de nosotros y lo que hemos vivido. Ese es tu bagaje y, dentro de eso, hay una serie de imágenes que vienen a la mente. Leer un libro, ver una película y la exploración del arte es un poco lo mismo: el descubrimiento, a través de las historias de otros, de tu propio espíritu, tu propia vida. Quizá sean cosas que no has experimentado, pero tal vez las quieres ver y sentir para saber qué es estar en los zapatos de otro ser humano. En el caso de The Irishman, por ejemplo, es una persona que se dedica, en gran medida, a asesinar gente; no lo apruebo moralmente, pero esa experiencia, esa culpa que siente por sus actos, es algo con lo que todos, de alguna forma, podemos identificarnos sin ser asesinos ni tener esas tendencias. La exploración que hizo Scorsese sobre este personaje, su trayectoria y larga vida, y cómo la recuerda al final de sus días, me conmueve mucho.

LyS: ¿Cómo creciste y cómo fue tu juventud en torno al arte?

RP: Crecí en un ambiente bicultural. Mi mamá era estadounidense, nació en el estado de Montana, en una ciudad muy chiquita llamada Deer Lodge, y mi papá, mexicano; se conocieron en Nueva York. Fui el hijo menor. Mi mamá era pintora amateur, nunca lo hizo profesionalmente, pero le gustaba al igual que el diseño gráfico, que de hecho fue lo que estudió. Mi papá, por otro lado, fue ingeniero aeronáutico. Quizá soy la combinación de las dos cosas, el interés por la expresión artística y visual, y el que tiene que ver con cuestiones técnicas. Mi papá también era aficionado a la fotografía y tenía cámaras Super 8. A raíz de tomar prestada la cámara de ocho milímetros, mi hermano y yo empezamos a hacer películas de monstruos y ciencia ficción a través de la animación, cuadro por cuadro. Hacíamos muñecos y monstruos de plastilina y los fotografiábamos en stop motion. A partir de ese momento, quedé totalmente atrapado. Fue realmente a través de hacer películas que me enamoré del cine; no fue como otras personas, que entraron al cine porque eran cinéfilos, sino al descubrir la emoción de contar historias. También venía de la admiración por Ray Harryhausen (creador de efectos visuales), quien trabajó en Jason and the Argonauts (1963) y Clash of the Titans (1981).

LyS: ¿Cómo decidiste que el cine sería el camino?

RP: Alguien me dijo que era posible estudiarlo, que había una carrera de cine, y pensé que era una oportunidad para seguir haciendo mis peliculitas. Más o menos en la misma época empecé a trabajar con Nadine Markova, una fotógrafa de moda, producto, arquitectura… todo. Ella fue mi mentora y empecé a aprender conceptos de composición e iluminación. Lo básico. Ya en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), me fui por la fotografía debido a esa experiencia con Nadine, y me di cuenta de que, para mí, el oficio en el cine más divertido era la fotografía porque todo el tiempo estaba ocupado, moviendo la cámara, iluminando. En cambio, como director a veces tenías que esperar al fotógrafo.

LyS: ¿Dirías que le debes a Amores perros, de Alejandro González Iñárritu, tu proyección internacional, y que fue la película que te luego te llevó a dirigir Original Sin, Frida, 8 Mile…?

RP: Incluso fue un poco antes, con la película Sobrenatural (1996), que hice con Daniel Gruener, cuando empecé a llamar la atención a nivel internacional. Después vino Un embrujo (1998), de Carlos Carrera, por la que salió un artículo en la revista Variety que se llamaba “10 to Watch”, sobre los cinefotógrafos a seguir en la industria. Por Sobrenatural fue que conseguí un agente de representación en Estados Unidos. Ya había considerado probar suerte en el extranjero cuando salió ese artículo y fue en esa época que Alejandro me habló de Amores perros (2000). Decidí hacer la película y luego mudarme a Los Ángeles con mi familia. Hice Amores perros y, sí, fue la catapulta y me contrataron para 8 Mile y 25th Hour (ambas de 2003).

LyS: Al final de cuentas, eres un migrante, ¿cómo fue en su momento la experiencia de dejar México?

RP: Tuve que soltar nuestras raíces para buscar otros horizontes. Fue duro, en cuanto a la familia es complicado dejar a tus padres, suegros, hermanos, primos, e ir a un lugar donde solo conoces a algunas personas. Es difícil dejar un lugar donde está tu rollo y tu cultura. En especial el primer año, pues al principio tenía que viajar mucho a México para hacer comerciales, porque en Estados Unidos no me conocían mucho. No fue fácil, pero la comunidad de cinefotógrafos en ambos países es muy solidaria. Entré a la American Society of Cinematographers, donde me dieron una bienvenida calurosa, y también estoy en el sindicato en México. Así que tengo un pie en cada lado.

LyS: Te convertiste en fotógrafo de cabecera de Julie Taymor, Martin Scorsese y Alejandro González Iñárritu. ¿Qué ven en ti que les gusta tanto?

RP: Justamente terminé una película con Julie Taymor, The Glorias, pronto estaré haciendo la corrección de color y saldrá este año. Pero la verdad es que no tengo idea de qué ven ellos en mí. Lo que sí trato de hacer es escuchar atentamente a cada director, meterme en su mundo, en su mente y en su perspectiva, y hacerlos míos. Disfruto de eso porque me hace crecer como persona: esta cosa de convertirnos en monolíticos, tener un punto de vista sobre la vida y asumirnos solo en eso, no me gusta. Pre ero ser flexible, aprender de la vida todos los días y cambiar de punto de vista, de opinión y ver las cosas desde diferentes ángulos.

LyS: Hablando sobre romper con lo monolítico, estás por dirigir tu primer largometraje, Bastards.

RP: Ya no voy a dirigir Bastards. Dejé ese proyecto y no sé cómo cambiar esa información en internet. Me di cuenta de que darle seguimiento requería mucha energía de mi parte. Fue hace tanto tiempo que empecé con esa película que ya no soy la misma persona. Ya no siento que sea algo que necesite expresar a través de esa historia y guión. Preferí dejarlo y concentrarme en los proyectos que estoy fotografiando y otros que quizá podría dirigir.

LyS: ¿Entonces no descartas la dirección?

RP: No, no la descarto. Me gusta y he disfrutado los cortometrajes que he dirigido. Me gusta mucho trabajar con actores y expandirme en la creatividad al escribir, con el vestuario y una serie de decisiones adicionales que también disfruto. Sin embargo, mi intención no es convertirme en director y dejar la fotografía, porque me encantan la cámara y la iluminación.

LyS: Pero hace falta sabiduría, entereza y hasta un desprendimiento del ego para decir “ya no voy a dirigir este proyecto…”

RP: Sí, y no es fácil, porque además tienes un compromiso con mucha gente. De pronto no sabes si el proyecto se levanta, si va a ocurrir. Dirigir una película requiere de tanto esfuerzo y tiempo que cuando yo dirija un largometraje, sí quiero que sea algo que realmente me mueva el alma y el espíritu hasta el fondo. Así me pasaba con Bastards, pero ya no. Entonces me di cuenta de que no tenía sentido nada más hacerla por dirigir una película. Ese no es mi objetivo y prefiero, para el caso, seguir fotografiando.

LyS: Siempre has dicho que no trabajas por los premios, pero para el público, la temporada de reconocimientos siempre es como un Mundial. Incluso, México ha ganado más en los Óscar que en cualquier torneo de futbol. Ya hay quienes te ven con un Óscar por The Irishman.

RP: Ahí está la clave justamente. En el futbol hay goles y cosas tangibles por las que puedes decir: “México metió dos goles y el otro equipo ninguno”. Pero en el arte no hay algo que determine que uno gane o pierda. Pienso en los fotógrafos a los que admiro y que ni siquiera sé si han ganado un premio o no, y que solo los recuerdo por su trabajo. Por otro lado, estas competencias sí emocionan a la gente. Es decir, tampoco es que a los trabajadores del cine no nos interesen, ni nada por el estilo. Sí es emocionante y si llegan las nominaciones y los premios, uno lo agradece. Pero hay que tener en perspectiva que no es algo real, sino una cuestión de gusto. Si me dan un premio, pues muchas gracias, lo disfrutaré muchísimo, iré a la fiesta y lo pondré en mi librero.

Se ha convertido en un respetable cinefotógrafo, trabajando con directores tan importantes como Spike Lee en La hora 25 y Curtis Hanson en 8 Mile.
En 2002, filmó Frida. En 2003, cooperó con Oliver Stone en dos documentales: Comandante, sobre Fidel Castro, y Persona Non Grata, sobre Yasir Arafat. También con Stone filmó la épica-histórica Alexander, sobre la vida de Alejandro Magno. Prieto también ha trabajado con Alejandro González Iñarritu, también mexicano, en las aclamadas Amores Perros, 21 gramos, Babel, y Biutiful. Dirigió la fotografía de Los abrazos rotos (Almodóvar), en la Isla de Lanzarote, la cual ofrece a Prieto, colores y texturas muy cercanos y estimulantes para su fotografía.

El trabajo de Rodrigo es notable por su poco convencional uso de la cámara, la mayoría de las veces combinado con la iluminación. En La hora 25, Prieto utilizó la sobreexposición y otras técnicas para crear imágenes originales, parecidas a un sueño, y que significan que lo que se muestra en la pantalla son recuerdos o visiones. Una fotografía igualmente innovadora puede observarse en Frida, que mostraba colores brillantes e imágenes que capturaban parte de la cultura mexicana, mezclada con amarillos y cafés para la atmósfera.

Prieto fue nominado al Oscar a la mejor fotografía por su trabajo en Brokeback Mountain del director Ang Lee y El Irlandés de Martin Scorsese. Estuvo nominado a los premios BAFTA por Babel  de Alejandro Gonzalez Iñarritu. Recientemente, estuvo nominado al Oscar 2017 por Mejor Fotografía con la película Silence, dirigida por Martin Scorsese. Ha ganado 5 veces el premio Ariel otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Cencas Cinematograficas, por su fotografía en las películas: Sobrenatural, Fibra Optca, Un embrujo, Amores perros, y Biutiful. .

…»Como director de fotografía, he aprendido a ser muy flexible con estas cosas, y entiendo que cada director tenga su forma de enfocar una película.
No creo que la buena fotografía tenga que ser necesariamente bella. No creo que se trate de eso. Las imágenes deberían ser lo que emociona y lo que contribuye a narrar una historia”.

 

“Amores perros” de Alejandro González Iñárritu (2000)

“Amores perros” de Alejandro González Iñárritu (2000)

 «La hora 25» de Spike Lee (2002)

“8 Mile: calle de las ilusiones” de Curtis Hanson (2002)

“Frida” de Julie Taymor (2002)

“Frida” de Julie Taymor (2002)

“21 gramos” de Alejandro González Iñárritu (2003)

“21 gramos” de Alejandro González Iñárritu (2003)

«Buscando a Fidel» de Oliver Stone (2004)

«Alejandro Magno» de Olver Stone (2004)

“Secreto en la montaña” de Ang Lee (2005)

“Babel” de Alejandro González Iñárritu (2006)

“Babel” de Alejandro González Iñárritu (2006)

“Se Jie” de Ang Lee (2007)

“Los abrazos rotos” de Pedro Almodóvar (2009)

“Biutiful” de Alejandro González Iñárritu (2010)

“Biutiful” de Alejandro González Iñárritu (2010)

“El lobo de Wall Street” de Martin Scorsese (2013)

«La voz humana» de louigi Pont (2014)

Pasajeros» de Morten Tyldum  (2016)

«Silencio» de Martin Scorsese (2016)

«El Irlandés» de Martin Scorsese (2019)