Manuel Alberto Claro, el chileno director de fotografía de Lars von Trier

Manuel Alberto Claro, el chileno director de fotografía de Lars von Trier

por PATRICIO GONZÁLEZ R. Y FERNANDO CARO 7 febrero, 2014

Desde Eslovenia para Cultura+Ciudad, sostuvimos una conversación con este director de fotografía, nacido en Chile pero residente en Copenhague desde 1974, quien ha estado presente en Melancolía (2011) y Nymphomaniak (2013). Nos habla sobre su rol en estas cintas, sobre la labor creativa de uno de los genios del cine actual y desmitifica al «monstruo» que espantó a Bjork cuando filmó con Von Trier Bailarina en la oscuridad.

A ratos la conversación con Manuel Claro vía Skype se hace entrecortada. Está en Eslovenia filmando un comercial. Habla en un español bien fluido pese a vivir desde los tres años en Dinamarca, tierra de Lars von Trier con quien ha trabajado como director de fotografía en sus dos últimas películas: Melancolía (2011) y Nymphomaniac (2013).

Le es raro hablar en español y más aún en chileno, pero le gusta y lo disfruta. Se ríe a veces cuando termina una frase, como sorprendiéndose de hablar en su lengua natal. Habla pausadamente, ahí se le nota lo “extranjero”, descifrando del danés o del inglés lo que intenta decir en chileno, el que ha practicado con su madre. A ratos se excusa de no darse bien a entender o no poder profundizar más en las ideas.

Admite que trabajar con el director de Nymphomniac lo pone en una situación especial, en una vitrina privilegiada. Sin decirlo, sabe que desde ahora ha entrado a jugar en las grandes ligas del cine. Vuelve a reírse cuando le mencionamos que también puede volverse un referente para el cine chileno. Pero no está para esos carteles.

Sí se siente orgulloso de haber trabajado con Lars en estos largometrajes, porque sin duda han sido experiencias enriquecedoras y de aprendizaje, sobre todo al lado de un maestro del cine como lo es Von Trier, quizá el cineasta europeo más importante desde los años 90 en adelante, fundador de Dogma, movimiento fílmico de vanguardia que inició en 1995 junto al director danés Thomas Vinterberg y que, acompañado de un manifiesto, apostó por realizar películas de calidad sin depender de ostentosos presupuestos como los de Hollywood. Posteriormente el fenómeno Dogma creció en el mundo y proliferaron las películas que se suscribían a las reglas del mentado manifiesto.

“Como espectador una de mis más grandes experiencias cinemáticas ha sido viendo sus películas. Para mí era poder trabajar con alguien que en mi opinión hace un cine tan único y especial. Era como lo más genial que hay”, dice entusiasmado.

Claro llegó a trabajar con el director de Los idiotas tras pelearse este con su director de fotografía de siempre, el inglés Anthony Dod Mantle. El danés estaba buscando un nuevo director de foto para Melancolía y Manuel sabía que había consultado a otras personas. Con la productora que estaba a cargo del film, Manuel había trabajado en un par de largometrajes anteriores. Un día, tras pasar el casting y entrevistarse con Von Trier, este lo llamó para ofrecerle trabajar en su película.

Los pergaminos de Claro para figurar en ese casting lo avalaban como el responsable de la imagen de Reconstrucción de un amor (2003), película del danés Christopher Boe, ganadora de la Cámara de Oro en Cannes 2003. Con este director fueron compañeros en la escuela de cine de Copenhague y trabajaron juntos en su película de titulación. Recién salidos de la escuela, tuvieron la suerte de que una productora les preguntó si querían hacer un largometraje con ellos. Fue así como hicieron Reconstrucción, «película de un lenguaje visual bien fuerte», comenta. Después lo empezaron a llamar para varias producciones y hasta antes de trabajar con Lars dirigió foto en alrededor de diez o más películas, entre las que destaca Dark Horse, del islandés Dagur Kári (hijo del famoso escritor islandés Peter Gunnarsson), cinta que también estuvo compitiendo en Cannes.

La personalidad de Von Trier y el trabajo en el set

Con el tiempo, la reputación de egocéntrico y terrible ha acompañado a Lars von Trier. Cuando las grabaciones de Bailarina en la oscuridad cesaron, Bjork terminó hablando pestes del dánes, al tiempo que declaraba que nunca volvería a repetir la experiencia de filmar con él. Según Claro, “Bjork era un caso único, porque todos los actores lo aman, al menos de los que yo conozco. Con ella fue un problema de química que no funcionaba. Ella terminó diciendo que era un monstruo”.

Aclara que “su carácter conocido es el que cuando va a conferencias de prensa”. Contrario a esa mala fama, afirma que “cuando filmas con él estás trabajando con un director súper profesional, súper enfocado, una persona eficiente y que está totalmente abocado a obtener lo mejor de los actores y de la gente que lo rodea. Es un poco tímido y súper divertido, de mucho humor. En general, hay un ambiente muy liviano, porque a veces como la temática es tan heavy, entonces él activamente crea un ambiente light. Como director de cine es lo menos neurótico que hay, pero como persona es diferente…, se ríe.”

Las diferencias de metodología entre Melancolía y Nymphomaniac

Entre una película y otra, Manuel no advierte en general grandes diferencias metodológicas. Sí constata que en ambas cintas hay vocaciones estéticas diferentes.

“Se filmó mucho de la misma manera. Había sí cosas que resolver de distinta manera… En Melancolía había muchos efectos especiales porque había que tener un planeta (es un drama en clave de ciencia ficción) y en Nymphomaniac también había mucho efectos especiales, pero porque las escenas de sexo están hechas con computador. Pero la metodología es más o menos la misma”, indica, aunque reconoce que en la primera era más fácil saber cómo iba ser la película, en cambio en Nymphomaniac tenía muchas dudas de cómo se iba a ver por los giros del guión.

Nymphomaniac (2013)

En cuanto a los aspectos que más valora o exige el danés al momento de definir el look fotográfico de sus películas, precisa que Lars la tiene muy clara. “Hay escenas muy visuales que él tiene una idea muy clara de qué tipo de imágenes quisiera y después tiene todas las escenas de actuación donde él lo que exige es una sensación de un momento verdadero, auténtico, las cosas tienen que sentirse lo más auténtico posible. Está muy interesado en crear momentos que se sientan verdaderos o naturales. Quiere tener una visión subjetiva y muy honesta, en el sentido documental. Que no sea perfumada, que sea cruda”, añade.

Por el contario destaca que en la anterior película “hay escenas en las que quiere tener una visualidad muy fuerte”. En Melancolía, Lars le hablaba de querer “tener momentos wagnerianos, la imagen junto con la música llevaban la emoción”.

Para él, el fundador de Dogma “no es un director que ama la imagen bonita, pero es un director que busca, que provoca una fuerte reacción emocional”.

En ese sentido Melancolía y Nymphomaniac se contraponen. La primera “es muy visual, es muy bonita. Nymphomaniac es lo contrario: los lugares son bastante pobres, se trata de gente que no se preocupa de cómo se vive. El desafío era no hacerlo demasiado bonito, no hacer la carta postal, mantenerse al filo, mantener una presencia psicológica, buscar la belleza en algo que no es muy bello. No había el riesgo de enamorarse de los lugares porque no eran atractivos”, advierte.

Otro desafío importante en la última cinta de Von Trier fue el tema de los diálogos. “En Nymphomaniac hay una gran parte de la película que sucede en una pieza en que Charlotte Gainsbourg y Stellan Skarsgård hablan, cuentan su historia. Había mucho diálogo, y ese era el desafío más grande: cómo hacer este tipo de diálogo parecer dinámico y visualmente apetitoso”, explica. Otro desafío, o parte del mismo, “era hacer una película de cinco horas y hacerlo lento”.

Ha sido toda una suerte de experimento narrativo del genio de Triers. La cinta cuenta la historia de una ninfómana y todas las desventuras que le produce esta enfermedad. La película ha sido cuestionada y tildada de porno y hasta llegó a prohibirse por un tiempo en Rumania. Incluso el tráiler en la web ponía la siguiente advertencia: “El alto contenido sexual de estas imágenes puede herir la sensibilidad de los espectadores”. Las aguas están divididas entre quienes están sorprendidos por nunca haber visto algo igual y los que adhieren a la idea de que es una manera simplista de provocar.

“¿Cuál es el problema si así fuese?”, espeta medio en broma medio en serio. Declara que si la película trata del caso de una ninfómana, por tanto el sexo que se muestra remite a la condición del personaje. Concuerda que de ahí no sea un sexo romántico el que se muestra, el que parece escandalizar a algunos.

La película -junto a otras como La vida de Adele, de Abdellatif Kechiche, y El desconocido del lago, de Alain Guiraudie (quien visitó el pasado Festival de Cine de Valdivia)- ha instalado la pregunta (que no es nueva) por los límites de la representación en el cine: ¿cuán explícito puede ser el sexo en la pantalla grande?

Directores de foto inspiradores y cine chileno

Respecto al trabajo de colegas suyos que admire o que le hayan inspirado, Manuel reconoce a dos directores de fotografía: uno es Harris Savides, quien ha trabajado con Gus Van Sant en Elephant, y otro más antiguo, Carlo DiPalma, que colaboró con Allen en Hanna y sus hermanas, y quien asegura que hizo posible que la comedia también pudiese verse bien.

De cine chileno solo conoce dos películas: Gloria, que la vio hace poco, y La Nana. Ambas le gustaron, sobre todo por el lado humano que muestran.

El momento de Lars

Manuel cree que Von Trier ha inaugurado algo así “como un nuevo género”, “el cine digresivo”, le llama. Es un cine que está colmado de giros, de saltos, que va por las ramas, dice. Si bien sólo conoce En busca del tiempo perdido de Raúl Ruiz, reconoce tanto que el chileno como Trier coinciden en su fascinación por Proust. “Nymphomaniac tiene mucho de Proust”.

“Siento que estoy trabajando con él en un momento muy interesante, porque está como volviendo a un cine más clásico, más visual. Muchos años ha estado destruyendo el cine, como en sus películas del Dogma o Dogville, en esas películas más teatrales, en que rompe el lenguaje cinematográfico. Ahora está volviendo a una cosa más visual, pero junto con la parte emocional que él ha conseguido y consiguió en los años en que se dedicó a destruir la visualidad”.

Los planes futuros de Manuel aún no los tiene «como su apellido», pero confiesa que le gustaría hacer una comedia del tipo de un programa de TV que Skype no me permite entender porque se pierde la señal. Me cuenta medio en serio medio en broma que le va a proponer a Lars hacer una comedia.

                                                                             NINFOMANA

                                                                          MELANCOLIA