Andrés Torres

El director de fotografía frente a las nuevas tecnologías

Andrés Torres

Entrevista con Andrés Torres

Uno de los mercados que más cambios ha sufrido en los últimos años ha sido desde luego el del cine. Se ha pasado de una forma de trabajar muy artesanal con unos procedimientos concretos, a un abanico prácticamente infinito de posibilidades. De todo esto hemos querido hablar con Andrés Torres, Director de Fotografía y Presidente de la AEC.

¿Cuál es la importancia del director de fotografía actualmente en el mundo audiovisual?

El director de fotografía ha sido siempre el responsable de la foto, de la fotografía de una obra audiovisual. Trabajan muy de la mano con el director, pero él está encargado de la parte técnica y de conocimiento. En resumen, es el compañero de viaje fundamental de un director.

Independientemente de la tecnología que haya, el director de fotografía sigue siendo una pieza clave…

La tecnología sólo ha facilitado algunas cosas, en cuanto a tiempo. En el mundo analógico había que ir al laboratorio, había que esperar a los procesos técnicos y ahora mismo, en cambio, la tecnología digital hace estos procesos prácticamente instantáneos. Lo que no han cambiado son las leyes de la luz, así que, en esencia, todo sigue siendo igual.

En este momento parece que tanto el cine como el vídeo o la foto están mezclados. ¿Cómo está viviéndose este ‘totum revolutum’? ¿Cómo debe ser el profesional que trabaja en estos sectores?

Bien es cierto que el mundo digital nos ha facilitado el acceso a esa tecnología. Quiero decir que antes era complicado dedicarse a la foto fija y al cine, porque eran dos medios de expresión distintos. Ocurría lo mismo con la televisión, con el cine o la foto. En cambio, ahora mismo las cámaras DSLR nos permiten hacer tanto fotos como vídeos, o mandar noticias editadas incluso en el hotel y enviarlas por internet. Es una locura. Estamos en un momento apasionante a nivel imagen. Lo que pasa es que vamos muy deprisa y ese ritmo tan desbocado hace que todos andemos confundiendo algunas cosas y conceptos. Parece que ahora todo es fácil, que todos podemos hacer una película, un videoclip, e incluso podemos diseñar un cohete e ir a la luna, pero es algo más complicado.

Andrés Torres

QUANTEL RIO

El rango de cámaras que existe y la cantidad de flujos de trabajo que hay tienden prácticamente al infinito. ¿Qué procesos recomiendas para elegir las cámaras más adecuadas? Aclararse en este escenario es un poco complejo…

Ahora es todo una vorágine. Hemos entrado en una carrera hacia adelante muy deprisa, vamos más rápido que la Fórmula 1. Todos queremos estar a la última y deseamos tener aquello que todavía no ha salido, eso no puede ser. De igual modo que en el mundo analógico se elegía un negativo por su particularidad a la hora de trabajar, hoy día debe escogerse una cámara en base a las prestaciones que da el sensor o el software de compresión de archivos o bien, no utilizar compresión de archivos. Cada cámara nos dará una textura, una imagen diferente, y eso es lo que hay que elegir, además de alinear bien el flujo de trabajo. El problema es que tenemos que conocer todas las cámaras que hay en el mercado, y eso es un lío impresionante. Ahora tenemos que estudiar casi más que en nuestra época de estudiantes. Tenemos que estar en talleres, masterclasses, en cursos de formación organizados por los fabricantes… Es una locura.

Hablemos de la guerra de los tamaños, 2K, 4K, 8K. ¿Hasta dónde llegaremos? ¿Tiene sentido que haya tantos?

Ahí entramos en la dinámica de las calidades y las definiciones. Creo que está pidiéndose a gritos un congreso a nivel internacional para poner orden en este mundo. Atravesamos el mismo momento de transición que el que marcó el paso del cine mudo al sonoro, o del blanco y negro al color. En aquel momento, como ahora, todo el mundo quería imponer sus criterios hasta que los profesionales se reunieron y marcaron unas normas. Estamos exacatamente en ese punto. Todos queremos, de algún modo, llevarnos el gato al agua, pero debemos tener precaución. Por un lado, hay que tener en cuenta que es una locura para los profesionales. Pero no sólo eso. La sensación que transmitimos es que vale todo, y que, si es barato, mucho mejor. Eso ya no es profesional. Es amateur, aficionado. Por este motivo, no sé hasta qué punto es interesante la carrera tan rápida que llevamos. Creo que hay que pararse, sentarse, hablar y marcar unas bases. A partir de ahí, sí admito que todo el mundo tiene derecho a estar en el mercado y vender sus equipos. En resumen, podemos convivir todos, pero no en una carrera tan rápida.

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WEAPON-8K-S35 CON ÓPTICA

Antes, las tareas relacionadas con el retoque del color estaban muy restringidas a ciertos especialistas pero ahora parece que todo se ha democratizado. ¿No se está cayendo mucho en el famoso “en postproducción lo arreglamos”?.Es cierto, ahora también se han socializado los equipos de color de etalonaje y demás. En este momento, el colorista tiene un peso excesivo. Parece que hasta ahora no existía ese perfil, pero eso es mentira. Antes existía la figura del etalonador en laboratorios, que es el colorista de hoy día al fin y al cabo. Tenía un buen criterio y trabajaba muy de la mano con el director de fotografía, y a su vez con el director. Hoy día parece que el director de fotografía alumbra en el rodaje y el colorista arregla, y ese no es el criterio adecuado. Si nos fijamos en cinematografías extranjeras como la sajona, la francesa o la alemana, observamos que el director de fotografía sigue siendo considerado lo que es, un director de fotografía. Es la persona capaz de hacer que la fotografía no se vea y pase desapercibida, en base a las ideas transmitidas por el director de su película, claro. Ese es el secreto. Cuando la foto se ve, es decir, cuando se ven los aparatos, eso ya no es fotografía, eso es alumbrar simple y llanamente. En cambio, si no se ven los aparatos, parece que la luz natural está ahí y es entonces una buena fotografía. De eso debe encargarse el director de foto. El colorista es un ayudante del director de fotografía que maneja las máquinas que nosotros no podemos controlar. Si estás rodeado de un equipo que trabaja en tu misma línea, el resultado puede llamarse Avatar, La La Land u Ocho apellidos vascos, por ejemplo. Esos son trabajos bien hechos, en donde cada uno ha permanecido en su sitio.

¿Qué accesorios recomendarías hoy en día como indispensables? ¿Qué sueles llevar a los rodajes?

Considero indispensable un artilugio muy antiguo, el fotómetro. Ese es el principal accesorio que recomendaría a un director de fotografía. Me sonrío un poco al decir esto, porque parece que, si no tengo un monitor donde ver la imagen, pongo el diafragma en base a lo que estoy viendo. Vuelvo a decir lo mismo: las leyes de la luz no han cambiado. El único cambio es la conversión del cine analógico en un sistema de ceros y unos, que es el cine digital. El cine digital no ha inventado absolutamente nada. Ha transformado el cine analógico, basado en unas leyes y una química, en ceros y unos. Nada más. A partir de ahí hemos evolucionado hasta emprender esta maratón.

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Hubo recientemente una polémica en Cannes con Almodóvar, por estrenar una película directamente en televisión, en Netflix. ¿La introducción de pantallas más grandes en los hogares está haciendo que esto sea posible?

Yo lo veo bien. Me parece bien que los hogares dispongan de pantallas más grandes, porque te recuerda al cine. Pero está claro que no es lo mismo ir a una sala donde al apagarse la luz empieza la magia, a estar en casa, donde puedes parar la película para ir a por un vasito de agua. En cualquier caso, las nuevas tecnologías, con esas pantallas más grandes, están obligando a los productores y a nosotros a hacer los trabajos con mejor calidad. Se pasó de un 35mm con una calidad 4:4:4 a que valiera cualquier cosa. Sin embargo, a medida que las pantallas son más grandes, las señales que no cumplen con unos requisitos de calidad se ven cada vez peor. Me parece bien que surjan plataformas que exijan un mínimo de calidad para emitir o para comprar. El resto se llama semi-profesional o amateur que, ojo, puede ser asimismo susceptible de considerarse arte. Es posible hacer arte con un teléfono móvil. Eso sí, de ahí a decir que has hecho una película con un teléfono móvil, hay un salto… Para hacer arte, has tenido que demostrar antes que eres un artista. Si he demostrado que soy artista, puedo hacer lo que quiera. Pongo siempre el ejemplo de Miró o Dalí. Hacen unas líneas maravillosas, que son el sello de su arte. Si yo me pongo a trazar cuatro líneas sobre un papel, en cambio, al que más voy a parecerme es a mi nieto.

¿Por qué no conseguimos convertir el cine español en industria? Hollywood, por ejemplo, tiene claro que hay pocos productos que den tanto margen de beneficio como una película que funciona en taquilla. Aquí, en cambio, no parecen darse cuenta de esto los inversores.

Estoy de acuerdo contigo, pero hay un trasfondo muy grande. Precisamente ahora estoy trabajando en un documental con Francisco Rodríguez sobre el cine de Hollywood. Saldrá a la luz muy pronto. Respondemos a la pregunta que me planteas. El problema es que no somos considerados una industria. El cine está considerado como cultura. En cambio, yo creo que la cultura es el resultado de hacer cine. Primero tenemos que hacer industria, con un resultado que sí es cultura. Yo he preguntado a directores generales, “¿por qué los reyes o gobernantes que salen de España para buscar trabajo no llevan consigo a productores españoles?”. Es complejo. El documental desvela muchos de estos asuntos, pero no puedo desvelar nada hasta que vea la luz. Considero que el cine es cultura, es una ventana, y es también un negocio que genera muchísimo dinero, pero no se quiere ver. No es cuestión de crear una ruptura con el cine extranjero que viene aquí. No se trata de todo o nada, ellos o nosotros. Podemos convivir todos, pero hay que hacerlo bien.